Escritos
de
LUISA
PICCARRETA (La hija de la Divina Voluntad)
Los 36 volúmenes de Luisa Piccarreta han
nacido como un testimonio luminoso de la presencia de Dios que habla al corazón
de quienes se confían totalmente a Él. El presente escrito es una recopilación
del tema: Sacerdotes dictados a Luisa
Piccarreta por Nuestro Señor Jesús
durante los años 1899 a 1938. Sus
páginas nos descubren con sobriedad y ternura la oblación de esta mujer que se
va haciendo instrumento incondicional de la gracia. El deseo de total fidelidad
a la divina voluntad y la aspiración
sincera a la santidad que laten en cada línea confieren en este escrito una
singular autoridad moral, haciéndonos partícipes de la experiencia sobrenatural
de esta escritora a la que sólo le interesa transmitir lo que ha recibido. Son
palabras escritas en tiempos difíciles y que aportan también al hombre y a la
mujer de hoy respuestas concretas a situaciones vitales interpretadas a la luz
del mensaje evangélico.
Luisa Piccarreta y sus Escritos
LUISA
PICCARRETA. Nació el 23
de abril de 1865 en la pequeña ciudad de Corato, en la provincia de Bari, al
sur de Italia, ahí vivió siempre, y ahí murió en olor de santidad el 4 de marzo
de 1947.
Ochenta y dos
años de vida, sesenta y cuatro de los cuales, sí, sesenta y cuatro, los pasó en
la "celda más pequeña que haya habido en el mundo": su cama. Encima y
alrededor de su cama una ligera estructura metálica de la cual por los cuatro
costados pendían sendas cortinas, que hacían de su cama un claustro de escasos
dos metros cuadrados; espacio suficiente para ella y su Amado: Jesús, que casi
a diario la visitaba y la amaestraba para que ella modelara todo su interior a
semejanza de El. Y no solo para El, sino también había espacio para la Mamá
--la Santísima Virgen, a quien Luisa llamaba--, la que con la misma finalidad
de hacer de Luisa una copia perfecta del interior de Jesús y del de Ella, la
visitaba también con frecuencia.
Luisa estuvo
siempre bajo la potestad de la "Señora Obediencia", ante la que
siempre se doblegó y sometió, y que desde el Obispo le venía por medio del
Confesor en turno.
Nuestro Señor
intervino para poner a Luisa definitivamente y sin dudas en su estado de
víctima de reparación, para lo cual se sirvió de una epidemia de cólera que en
1886 cosechaba muchas víctimas en la región de Corato. Jesús le pidió que
aceptara un estado de sufrimientos para poner fin a aquel flagelo, y habiendo
aceptado Luisa, después de tres días de sufrimientos desapareció el cólera, que
desde meses antes cundía.
Cuando ella
tenía 21 años, su nuevo confesor, Don Michele de Benedictis, para conocer,
probar y discernir su espíritu, le impuso por primera cosa que, si debía
sufrir, debía primero pedirlo a la obediencia.
Un año
después, Jesús le pidió ofrecerse a sufrir, pero no ya a intervalos, como en el
pasado, sino de modo continuo, y todo para reparar a la Divina Justicia,
demasiado airada, y evitar a los hombres tantos castigos que cada vez más
merecían y que estaban a punto de llover. Luisa hizo saber estos deseos de
Jesús al Confesor y le pidió que le diera la obediencia, pues debía sufrir
"por un cierto tiempo" –que ella pensaba fueran cuarenta días--; el
Confesor consintió y Luisa quedó así definitivamente en cama, desde los 22 años,
en el otoño de 1887. Y aún debió vivir por otros 60 años, sí, 60, en su
"celda", pues la obediencia le venía renovada, y los vivió así sin
haber estado NUNCA enferma de nada y sin que jamás presentara una llaga debido
a su estado.
Se inició,
entonces, una nueva cadena de gracias singulares, Jesús se hacía ver
frecuentísimamente, disponiéndola a los "Desposorios Místicos" y
llevándola a una perfecta conformidad con la Voluntad de Dios. Jesús continuó
preparándola para otros desposorios, los "Desposorios de la Cruz", y,
una mañana, mostrándose crucificado, le comunicó los dolorosísimos estigmas de
su Pasión, pero, consintiendo los deseos de Luisa de dejárselos invisibles,
ninguna señal externa le dejó. Desde entonces le era renovada por Jesús mismo
la crucifixión. Luisa, que se veía consumar por un hambre insaciable de sufrir,
años más tarde debió aprender que todo, voluntad de sufrir y aun el deseo de
ver sensiblemente a Jesús, todo debía morir en la Divina Voluntad.
Muerto este
Confesor, uno nuevo, Don Gennaro di Gennaro, en 1899, la tomó a su cuidado y
así fue durante 24 años. Y por primera cosa le dio la obediencia, dolorosísima
para ella, de escribir todo lo que había sucedido, desde el inicio, entre Jesús
y ella, y empezó a escribir en febrero de 1899.
Jesús continuó
enseñándola y preparándola a su excelsa misión, a la máxima gracia y a un
"estado superior": Vivir en y de la Divina Voluntad. En 1900 le habla
por primera vez de esto y da a ella por primera esta Gracia de las gracias y la
constituye como la Pequeña Hija de la Divina Voluntad, iniciando así con ella,
en el silencio y en lo escondido, la nueva Era de Gracia, el verdadero Reino
de la Divina Voluntad en la Tierra, el cumplimiento del Pater Noster:
Fíat Voluntas Tua Sicut in Coelo et in Terra. Hágase Tu Voluntad como en el
Cielo en la Tierra.
Luisa escribió,
a partir de entonces, 36 volúmenes acerca de esta doctrina del vivir en la
Divina Voluntad, y otros escritos, entre los cuales estas Horas de la Pasión,
de las que se publicaron cuatro ediciones, en 1915,1917 y 1921. La obediencia
de escribir cesó y el último capítulo del Vol. 36 lo escribió el 28 de febrero
de 1938.
Finalmente, el
4 de marzo de 1947, a las 6 de la mañana, murió, después de una breve pero
intensa pulmonía. Después de 4 días de veneración pública de sus restos, tuvo
su primera apoteosis: sus triunfales funerales, en los que participaron
innumerables personajes de la Iglesia local de Trani, diócesis a la que
pertenece Corato, así como de otras partes, según se puede constatar en algunas
fotografías de la época.
Pero dejemos
ahora la palabra a uno de sus Confesores, uno con el que estuvo en contacto por
17 años, si bien solo casi 2 años fue su confesor extraordinario, hasta la
muerte de él en 1927; aquel que se interesó de tal manera en la persona, en los
escritos de Luisa y en la doctrina de la Divina Voluntad, que fue quien publicó
estas Horas de la Pasión: Annibale Maria de Francia.
El P. Annibale
Maria di Francia llegó a Corato en 1910, iniciando una serie de visitas y un
frecuente e íntimo contacto espiritual con Luisa. Conocerla, para él significó
un viraje trascendental en su vida, y el conocimiento de la Divina Voluntad fue
decisivo en su espiritualidad. El Arzobispo de Trani lo nombró Censor
eclesiástico de su diócesis y director en lo que se relacionaba con los
escritos de Luisa, en vista de la publicación que el Padre deseaba hacer.
Entonces el P.
Di Francia se dedicó, con todos sus deseos y energías, a la publicación de
estas Horas de la Pasión, para las que escribió una larga introducción,
e hizo cuatro ediciones, siempre con el Imprimatur y el Nihil Obstat.
El Padre, como Censor de los escritos de Luisa obtuvo de S:E: el Arzobispo de
Trani el Imprimatur para los primeros 19 volúmenes escritos por Luisa, que eran
los que a la sazón había escrito. Dejémosle, pues, la palabra a él,
transcribiendo parte del válido testimonio que de Luisa dejó escrito:
"...Ella
quiere vivir solitaria, oculta y desconocida. Por ninguna razón habría puesto
por escrito las íntimas y prolongadas comunicaciones con Jesús adorable, desde
su más tierna edad hasta hoy, y que continúan quién sabe hasta cuándo, si
Nuestro Señor mismo no la hubiera obligado, ya sea directamente por El o por
medio de la santa obediencia a sus directores, obediencia a la que siempre se
rinde con gran violencia por su parte, junto con una grande fortaleza y
generosidad, porque el concepto que ella tiene de la Obediencia le haría
rehusar aun la entrada al Paraíso..." "Y esto constituye uno de los
más importantes caracteres de un espíritu verdadero, de una virtud sólida y
probada, y además se trata de cuarenta años en los que con la más fuerte
violencia contra sí misma se somete a la gran Señora Obediencia, la que la
domina..."
"Esta
Alma Solitaria es una virgen purísima, toda de Dios, objeto de singular
predilección del Divino Redentor Jesús. Nuestro Señor, que de siglo en siglo
acrecienta siempre más las maravillas de su amor, parece que de esta virgen, a
quien El llama la más pequeña que haya encontrado en la tierra, desprovista de
toda instrucción, ha querido formar un instrumento apto para una misión tan
sublime que NINGUNA OTRA se le puede comparar, esto es, para el triunfo de la
Divina Voluntad en la tierra, de conformidad con lo que está dicho en el Pater
Noster: Fiat Voluntas Tua Sicut in Coelo et in Terra".
"Esta
Virgen del Señor, desde hace más de cuarenta años, desde que era adolescente,
fue puesta en cama como víctima del Amor Divino. Y durante todo este tiempo ha
vivido una larga serie de dolores naturales y sobrenaturales, de
embelesamientos de la Caridad eterna del Corazón de Jesús. Origen de dolores
que exceden todo orden ha sido una casi continua y alternada "privación de
Dios..."
"A los
sufrimientos del alma se agregan también los del cuerpo, todos originados por
el estado místico: sin que ninguna señal aparezca en las manos, en los pies, en
el costado o en la frente, ella recibe de Nuestro Señor mismo una frecuente
crucifixión... Y si Jesús no lo hiciera así, sería para esta alma un sufrimiento
espiritual inmensamente más grande... Y esta es otra señal de verdadero
espíritu..."
"Después
de cuanto hemos dicho acerca de la larga y continua vida de años y años en una
cama en calidad de víctima, con participación de tantos dolores espirituales y
corporales, podría parecer que la vista de tal desconocida virgen debería ser
una cosa dolorosa y afligente, pues sería ver a una persona que yace con todas
las señales de los dolores sufridos... pero aquí hay otra cosa admirable: Esta
Esposa de Jesús Crucificado, que pasa las noches en éxtasis dolorosos y en
sufrimientos de todo género, al verla luego en el día, medio sentada en su
cama, trabajando en sus bordados, nada, nada se transparenta, ni lo más mínimo,
de una que en la noche haya sufrido tanto. Ninguno, ningún aire de
extraordinareidad o de sobrenaturalidad. Se ve en todo con el aspecto de una
persona sana, alegre y jovial; habla, discurre y a veces ríe, si bien recibe a
pocas personas amigas..."
"No
continúo más. La vida de esta virgen Esposa de Jesús es MAS CELESTIAL QUE
TERRENA, y quiere pasarla en el mundo ignorada y desconocida, no buscando sino
a Jesús y a su Santísima Madre, quien la ha tomado bajo su particular
protección"...
Y para
terminar esta Presentación, diré que el Padre Di Francia, que con tanto fervor
publicó esta obra y cuyo testimonio acerca de LUISA en parte he
reproducido, fue BEATIFICADO por el Papa Juan Pablo II el pasado 7 de octubre
de 1990 y fue por El elogiado y puesto como ejemplo para los sacerdotes de
nuestros días.
José Luis Acuña Enero 1991
SACERDOTES
(En
los escritos de Luisa Picarreta Tolentino)
Índice
Temático
Fecha |
Volumen |
Apartado |
Descripción |
Año
1899 |
|
|
|
7
de Noviembre de 1899 |
3 |
3
- 9 |
La
potestad sacerdotal debe concurrir con la víctima. |
Año
1900 |
|
|
|
17
de Marzo de 1900 |
3 |
3-
53 |
Dolor
del Papa. La
humildad. |
13
de Noviembre de 1900 |
4 |
4
- 31 |
Ve
las muchas miserias humanas, el envilecimiento y despojamiento de la Iglesia
la misma degradación de los sacerdotes. |
Año
1901 |
|
|
|
27
de Diciembre de 1901 |
4 |
4
- 97 |
Jesús:
suministrador de la Santísima Trinidad. Separación
de los sacerdotes. |
Año
1902 |
|
|
|
16
de Noviembre de 1902 |
4 |
4
- 151 |
La
palabra de Dios es alegría. El
confesor le dice que Monseñor ordenaba que por ningún motivo debía venir más
el sacerdote para hacerla salir de su acostumbrado estado. |
17
Noviembre de 1902 |
4 |
4
- 152 |
Imposibilidad
de perder los sentidos. Es
decreto de la Voluntad de Dios servirse del sacerdote para recobrarla del
estado de sufrimiento. |
Año
1904 |
|
|
|
12
de Febrero de 1904 |
6 |
6
- 22 |
Habla
con algunos sacerdotes sobre la iglesia de San Cataldo. |
30
de Julio de 1904 |
6 |
6
- 54 |
Desapego
que deben tener los sacerdotes. |
2
de Septiembre de 1904 |
6 |
6
- 67 |
Sólo
Dios tiene poder para entrar en los corazones y dominarlos como le place. Nuevo
modo como deben comportarse los sacerdotes. |
20 de
Octubre de 1904 |
6 |
6
- 76 |
Ve
sacerdotes que se muerden entre ellos. |
Año
1906 |
|
|
|
25
de agosto de 1906 |
7 |
7
- 39 |
El
interés y las ciencias humanas en los sacerdotes. |
20
de octubre de 1906 |
7 |
7
- 57 |
Jesús
se lamenta por el estado de sus Ministros. |
23
de octubre de 1906 |
7 |
7
- 58 |
Cómo
en estos tiempos todo es afeminado |
16
de Noviembre de 1906 (7-66), |
7 |
7
- 66 |
Diferencia
que hay entre las ofensas de los religiosos y las de los seglares. |
Año
1908 |
|
|
|
31
de junio de 1908 |
8 |
8
- 39 |
El
verdadero espíritu de caridad en los ricos y en los sacerdotes. |
Año
1910 |
|
|
|
12
de agosto de 1910 |
9 |
9
- 40 |
El
principio y todo el mal del sacerdote, consiste en tratar con las almas de
cosas humanas. |
25
de diciembre de 1910 |
10 |
10
- 9 |
Los
sacerdotes se han apegado a las familias, al interés, a las cosas exteriores,
etc., ésta es la necesidad de las casas de reunión de sacerdotes. |
Año
1911 |
|
|
|
8
de enero de 1911 |
10 |
10
- 10 |
La
familia mata al sacerdote. El
interés es la polilla del sacerdote. |
10
de enero de 1911 |
10 |
10
- 11 |
Cuando
los sacerdotes no se ocupan sólo de Dios, quedan áridos, porque no participan
de los influjos de la Gracia. |
15
de enero de 1911 |
10 |
10
- 12 |
El
interés es el veneno del sacerdote. Dios
no es comprendido por quien no está despojado de todo y de todos. |
17
de enero de 1911 |
10 |
10
- 13 |
Los
gobernantes civiles escucharán más a Jesús que los jefes eclesiásticos. Las
casas de reunión de sacerdotes se llamarán casas del resurgimiento de la fe. |
19
de enero de 1911 |
10 |
10
- 14 |
La
palabra de Jesús es eterna. Jesús quiere al sacerdote libre de las ataduras
de la familia. El
espíritu de los sacerdotes de estos tiempos es: Espíritu de venganza, de
odio, de interés, de sangre. |
4 de febrero
de 1911 |
10 |
10
- 16 |
Donde
se hagan las casas de reunión de sacerdotes, las persecuciones serán más
benignas. |
7
de junio de 1911 |
10 |
10
- 23 |
Dolor
de Jesús por los sacerdotes. Amor
que se esconde, ¡ay! |
Año
1918 |
|
|
|
12
de Febrero de 1918 |
12 |
12
- 34 |
Las
iglesias desiertas y sin ministros. |
19
de marzo de 1918 |
12 |
12
- 38 |
Jesús
siente náusea por la desunión de los sacerdotes. |
20
de junio de 1918 |
12 |
12-
52 |
Jesús
haciendo el oficio de Sacerdote consagra las almas que viven en su Querer. |
19
de agosto de 1918 |
12 |
12
- 60 |
Jesús
está cansado por las infamias de los sacerdotes. |
4
de septiembre de 1918 |
12 |
12
- 61 |
Lamentos
de Jesús por los sacerdotes. |
Año
1924 |
|
|
|
6
de Septiembre de 1924 |
17 |
17
- 11 |
Imagen
del estado de la Iglesia. Necesidad
de purificarla. |
Año
1926 |
|
|
|
28 de Septiembre de 1926 |
20 |
20
- 5 |
Su
gran aflicción por la publicación de los escritos. Jesús
quiere la entrega. Jesús
incita al padre que debe ocuparse de esto. |
Año
1928 |
|
|
|
18
de enero de 1928 |
23 |
23
- 29 |
Necesidad
de los primeros sacerdotes del reino del Fiat. |
10
de octubre de 1928 |
25 |
25
- 2 |
Cuarenta
años y más de exilio, virtud y fuerza de un sacrificio prolongado. Recopilación
de materiales para ordenarlos. Felicidad
de Jesús al bendecir a su pequeña hija prisionera, besos en el Querer Divino. Decisión
de los sacerdotes de preparar los escritos para la publicación. Gracias
sorprendentes que Jesús dará a los sacerdotes. |
17
de Noviembre de 1899. (3-9), Vol.3
La potestad
sacerdotal debe concurrir con la víctima.
(1) Continúa mi amable Jesús haciéndose ver
afligido. Esta mañana junto con Él ha venido nuestra Reina Mamá, y me parecía
que Ella me lo traía a fin de que lo aplacara y le rogara junto con Ella que me
hiciera sufrir a mí para librar a las gentes, y me ha dicho que si en estos
días pasados no me hubiera interpuesto, y el confesor no hubiese hecho uso de
la potestad sacerdotal para concurrir con sus intenciones de hacerme sufrir,
muchas catástrofes habrían sucedido. Mientras estaba en esto he visto al
confesor, y yo enseguida he rogado por él a Jesús y a la Reina Madre, y Jesús
todo benignidad ha dicho:
(2) “A medida que tome en cuenta mis intereses, con el pedirme y también
con empeñarse en renovar la intención de hacerte sufrir, con el fin de librar a
las gentes, así tomaré cuidado de él y lo libraré. Yo estaría dispuesto a hacer
este pacto con él”.
(3) Después de esto he hecho por mirar a mi
dulce y único Bien, y he visto que en sus manos tenía dos rayos, en uno
contenía como preparado un fuerte terremoto y una guerra; en el otro muchas
clases de muertes imprevistas y enfermedades contagiosas. Yo le he comenzado a
rogar que vertiera sobre mí aquellos rayos, y casi se los quería quitar de sus
manos, pero Él para no dejarme llegar a esto, ha comenzado a alejarse de mí, yo
buscaba seguirlo y por eso me he encontrado fuera de mí misma; Jesús ha
desaparecido y yo he quedado sola.
(4) Ahora, encontrándome sola he girado un
poco y he llegado a un lugar donde en esta estación hacen la siega, parecía que
ahí había ruidos de guerra y yo quería ir para ayudar a esas pobres gentes,
pero los demonios me impedían ir a donde estaban por suceder tales cosas, y me
golpeaban para que no pudiese ayudar, ni tampoco impedir sus artificios, y han
usado tanta fuerza que me hicieron retroceder.
17
de Marzo de 1900, (3-53), Vol. 3
Dolor del
Papa.
La humildad.
(1) Esta mañana el bendito Jesús me hacía ver
al Santo Padre con las alas abiertas, que iba en busca de sus hijos para
recogerlos bajo sus alas, y oía sus lamentos que decían: “Hijos míos, hijos
míos, cuántas veces he buscado reuniros bajo mis alas y ustedes me huís! ¡Ah,
escuchen mis lamentos y tengan compasión de mi dolor!” Y mientras esto decía
lloraba amargamente, y parecía que no eran sólo los seglares los que se
apartaban del Papa, sino también los sacerdotes, y éstos daban más dolor al
Santo Padre. ¡Cuánta pena daba ver al Papa en esta posición! Después de esto he
visto a Jesús que hacía eco a los lamentos del Santo Padre y añadía:
(2) “Pocos son los que han permanecido fieles, y estos pocos viven como
zorros ocultos en sus propias cuevas, tienen temor de exponerse para arrancar a
sus propios hijos de la boca de los lobos; hablan, proponen, pero todas son
palabras dichas al viento, jamás llegan a los hechos”.
(3) Dicho esto ha desaparecido. Después de
poco tiempo ha regresado y yo me sentía toda aniquilada en mí misma ante la
presencia de Jesús, y Él, viéndome así me ha dicho:
(4) “Hija mía, cuanto más te abajas en ti misma, tanto más me siento
atraído a abajarme hacia ti y llenarte de mi gracia, he aquí por qué la
humildad es precursora de la luz”.
13
de Noviembre de 1900. (4-31), Vol.4
Ve las muchas
miserias humanas, el envilecimiento y despojamiento de la Iglesia la misma
degradación de los sacerdotes.
(1) Después de haber pasado varios días de privaciones
amarguísimas, habiendo recibido la santa comunión, dentro de mi interior he
visto tres niños; era tanta su belleza e igualdad, que parecían los tres
nacidos de un mismo parto. Mi alma quedó sorprendida y estupefacta al ver tanta
belleza encerrada en el círculo de mi interior tan miserable, y más crecía mi
asombro porque veía a estos tres Niños como si tuvieran en la mano muchas
cuerdas de oro, con las cuales se ataban totalmente a mí y ataban todo mi
corazón a ellos. Luego, como si cada uno tomara su lugar, empezaron a discutir
entre ellos; pero yo no entendía y no encuentro palabras para poder repetir su
altísimo lenguaje, sólo puedo decir que en un abrir y cerrar de ojos he visto
las tantas miserias humanas, el envilecimiento y despojo de la Iglesia, la
misma degradación de los sacerdotes, que en vez de ser luz para los pueblos,
son tinieblas, entonces toda amargada por estas escenas he dicho: “Santísimo
Dios, da la paz a la Iglesia, haz que le restituyan lo que le han quitado, no
permitas que los malos rían a espaldas de los buenos”. Y mientras esto decía,
los niños han dicho:
(2) “Son arcanos incomprensibles de Dios”.
(3) Dicho esto han desaparecido y yo he
regresado en mí misma.
27
de Diciembre de 1901. (4-97), Vol. 4
Jesús:
suministrador de la Santísima Trinidad.
Separación de
los sacerdotes.
(1) Es inútil el decir mi pobre estado, cómo
me he reducido, sería un querer recrudecer y hacer más profundas las llagas de
mi alma, por eso paso todo en silencio haciendo un ofrecimiento al Señor. Entonces
esta mañana mientras lloraba la pérdida de mi adorable Jesús, ha venido el
confesor y me ha dado la obediencia de pedir al Señor que se dignara venir.
Parece que ha venido, y habiendo puesto el confesor la intención de la
crucifixión, me ha participado los dolores de la cruz, y mientras esto hacía ha
dicho al confesor:
(2) “Yo fui suministrador de la Santísima Trinidad, esto es: Suministré
a las gentes la potencia, la sabiduría, la caridad de las Divinas Personas. Tú, siendo mi
representante, no debes hacer otra cosa que continuar mi misma obra hacia las
almas, y si no te interesas vienes a destrozar la obra empezada por Mí, y Yo me
siento defraudado en la ejecución de mis designios, y soy obligado a retirar la
potencia, la sabiduría, la caridad que os habría suministrado si hubieras
cumplido la obra que te confié”.
(3) Después de esto parecía que me
transportaba fuera de mí misma, y desde lejos se veía una multitud de personas,
de la cual venía una peste insoportable y Jesús ha dicho:
(4) “Hija mía, qué escisión harán los sacerdotes entre ellos, y esto
será el último golpe para fomentar entre los pueblos partidos y revoluciones”.
(5) Y lo decía tan amargado que daba
compasión. Después de esto, recordándome de mi estado le he dicho: “Dime Señor
mío, ¿quieres que me haga dar la obediencia para terminar de estar en este
estado? Sobre todo que no sufriendo más como antes me siento inútil”. Y Él me
ha respondido:
(6) “Justo”.
(7) Pero muy afligido, y mi corazón quedó
inquieto como si no hubiera querido que me hubiera dicho eso. Entonces he
replicado: “Pero Señor, no porque yo quiera salir, sino que quiero conocer tu
Santo Querer, porque como mi estado era porque Tú venías a mí y me participabas
tus sufrimientos, habiendo cesado esto, temo que ni siquiera quisieras que
continúe estando en la cama”. Y Jesús ha dicho:
(8) “Tienes razón, tienes razón”.
(9)¿Pero qué? El corazón me lo sentía romper
por las respuestas que me daba Jesús bendito, y he agregado: “Pero mi Señor,
dime al menos cual es mayor gloria para Ti, ¿que continúe estando así aunque
tenga que morir, o que me haga dar la obediencia que termine mi estado?” Y
Jesús, viendo que no terminaba con esto, Él mismo ha cambiado tema diciéndome:
(10) “Hija mía, me siento ofendido por todos, mira, aun las almas devotas
tienen los ojos fijos para examinar si lo que hacen es o no es culpa, pero
enmendarse, extirpar la culpa, eso no, y esto es señal de que no hay ni dolor
ni amor, porque el dolor y el amor son dos ungüentos eficacísimos, que
aplicados al alma la dejan perfectamente curada; y uno corrobora y fortifica
mayormente al otro”.
(11) Pero yo pensaba en mi pobre situación, y
quería decirle de nuevo para conocer la Voluntad del Señor con claridad; pero
Jesús me ha desaparecido, y yo retornando en mí misma me veía toda confundida
sobre qué hacer, entonces para estar segura he expuesto todo a la obediencia,
la cual quiere que continúe estando en mi estado. Sea siempre hecha la Voluntad
del Señor.
16
de Noviembre de 1902, (4-151), Vol. 4
La palabra de
Dios es alegría.
El confesor le
dice que Monseñor ordenaba que por ningún motivo debía venir más el sacerdote para
hacerla salir de su acostumbrado estado.
(1) Esta noche la he pasado muy angustiada,
veía al confesor en actitud de darme prohibiciones y órdenes. El bendito Jesús
por poco tiempo ha venido y sólo me dijo:
(2) “Hija mía, la palabra de Dios es alegría, y quien la escucha y no la
hace fructificar con las obras, le pone una tinta negra y la enfanga”.
(3) Entonces, sintiéndome muy sufriente he
tratado de no poner atención a lo que veía, y encontrándome en este estado ha
venido el confesor diciéndome que Monseñor ordenaba que por ningún motivo debía
venir más el sacerdote a hacerme salir de mi habitual estado, sino que por mí
misma debía salir de él, cosa que durante dieciocho años jamás he podido
obtener, por más lágrimas y oraciones, votos y promesas que haya hecho al
Altísimo, porque, lo confieso ante Dios, que todo lo que he podido pasar de
sufrimientos no han sido para mí verdaderas cruces, sino gustos y gracias de
Dios, y la única y verdadera cruz para mí ha sido la venida del sacerdote.
Entonces, conociendo por tantos años de experiencia la imposibilidad del éxito,
mi corazón era lacerado por el temor de no poder obedecer, no haciendo otra
cosa que derramar lágrimas amarguísimas, rogándole a aquel Dios que es el único
que observa el fondo del corazón, que tuviera piedad de la situación en la cual
me encontraba. Mientras rezaba llorando he visto un rayo de luz y una voz que
decía:
(4) “Hija mía, para hacer conocer que soy Yo, lo obedeceré a él, y
después de que haya dado pruebas de obediencia, él me obedecerá a Mí”.
(5) Y diciendo yo: “Señor, temo demasiado el
no poder obedecer”. Él ha agregado:
(6) “La obediencia desata y encadena, y como es cadena ata al Querer
Divino con el humano y de ellos forma uno solo, de modo que el alma no obra con
el poder de su voluntad, sino con el poder de la Voluntad Divina, y además no
serás tú la que obedecerá, sino Yo que obedeceré en ti”.
(7) Después, todo afligido ha agregado: “Hija mía, ¿no te lo decía, que
tenerte en este estado de víctima y comenzar los estragos en Italia me es casi
imposible?”
(8) Entonces yo he quedado un poco más
tranquila, pero no sabía en qué modo debía realizarse esta obediencia.
17
Noviembre de 1902, (4-152), Vol.4
Imposibilidad
de perder los sentidos.
Es decreto de
la Voluntad de Dios servirse del sacerdote para recobrarla del estado de
sufrimiento.
(1) Siendo la hora de ser sorprendida por mi
habitual estado, con gran amargura mía, pero amargura tal que semejante no he
sentido en mi vida, mi mente no sabía más perder los sentidos. Y mi vida, mi
tesoro, Aquél que formaba todo mi gusto, mi todo amable Jesús no venía, trataba
de recogerme por cuanto podía, pero sentía tan despierta mi mente que no podía
perder los sentidos, ni dormir, por eso no hacía otra cosa que quitar el freno
a las lágrimas, hacía cuanto podía para seguir en mi interior lo que hacía en
el estado de pérdida de los sentidos, y una por una recordaba las enseñanzas,
las palabras del modo como debía estarme siempre unida con Él, y éstas eran
tantas flechas que herían mi corazón acerbamente diciéndome: “¡Ay! después de
quince años que lo has visto cada día, cuándo más, cuándo menos, cuándo tres o
cuatro veces, y cuándo una, cuándo te ha hablado y cuándo en silencio, pero
siempre lo has visto; pero ahora lo has perdido, no lo ves más, no oyes más su
voz dulce y suave, para ti todo ha terminado”. Y mi pobre corazón se llenaba
tanto de amarguras y de dolor, que puedo decir que mi pan era el dolor y mi
bebida las lágrimas, y tan saciada estaba de ellas que ni una gota de agua
entraba en mi garganta. A esto se agregaba otra espina, el que muchas veces
había dicho a mi adorable Jesús: “¡Cuánto temo que mi estado sea todo fantasía
mía, que sea fingimiento!”
(2) Y Él me decía: “Quita estos temores, después verás que vendrán días
que a costa de cualquier esfuerzo y sacrificio que querrás hacer para perder
los sentidos, no lo podrás hacer”.
(3) A pesar de todo esto sentía calma en mi
interior, porque al menos obedecía, si bien me costaba la vida. De donde creía
que así debían continuar las cosas, convenciéndome de que el Señor, como no me
quería más en aquel estado, se había servido de Monseñor para darme esa
obediencia. Por lo que después de haber pasado dos días, en la noche me
disponía a hacer la adoración al crucificado, y un rayo de luz se hacía ante mi
mente, me sentía abrir el corazón, y una voz me decía:
(4) “Por pocos días te tendré suspendida, y después te haré caer de
nuevo”.
(5) Y yo: “Señor, ¿me harás Tú mismo volver
en mí si me haces caer?”
(6) Y la voz: “No, es decreto de mi Voluntad servirme de la obra del
sacerdote para hacerte recobrar de ese estado de sufrimientos, y si quieren
saber el por qué, que vengan a Mí a preguntarlo. Mi Sabiduría es incomprensible
y tiene muchos modos inusitados para la salvación de las almas, y si bien
incomprensible, si quieren encontrar la razón, vayan al fondo que la
encontrarán clara como el sol. Mi justicia está como una nube cargada de granizo,
truenos y saetas, y en ti encontraba un dique para no descargarse sobre los
pueblos, por eso no quieran anticipar el tiempo de mi ira”.
(7) Y yo: “Sólo para mí estaba reservado este
castigo, sin esperanza de ser liberada; habéis hecho tantas gracias a las demás
almas, han sufrido tanto por amor tuyo, sin embargo no tenían necesidad de
ninguna obra de sacerdote”.
(8) Y la voz ha continuado: “Serás liberada, no ahora, sino cuando
comiencen los estragos en Italia”.
(9)
Esto ha sido para mí nuevo motivo de dolores y de lágrimas amarguísimas, tanto
que mi amabilísimo Jesús, teniendo compasión de mí, se ha movido en mi
interior, poniendo como un velo delante de lo que me había dicho, y sin hacerse
ver me hacía oír su voz que decía:
(10) “Hija mía, ven a Mí, no quieras afligirte, alejemos un poco la
justicia, demos lugar al amor, de otra manera sucumbes; escúchame, tengo tantas
cosas que enseñarte, ¿crees tú que he terminado de hablarte? No”.
(11) Y como yo lloraba, habiéndose convertido
mis ojos en dos ríos de lágrimas ha agregado:
(12) “No llores amada mía, escúchame, esta
mañana quiero oír la misa junto contigo, enseñándote el modo como debes oírla”.
(13) Y así Él decía y yo lo seguía, pero como
no lo veía mi corazón era despedazado continuamente por el dolor, y para
interrumpir de vez en cuando mi llanto, me llamaba continuamente, ahora
enseñándome alguna cosa de la Pasión, explicándome el significado, y ahora me
enseñaba a hacer lo que hacía en su interior en el curso de su Pasión, que por
ahora omito escribir, reservándolo para otro tiempo si Dios quiere. Así he
continuado por otros dos días.
12
de Febrero de 1904, (6-22), Vol. 6
Habla con algunos sacerdotes sobre la iglesia
de San Cataldo.
(1)Había
olvidado decir cuanto estoy por escribir, que ahora por obediencia lo digo, si
bien no son cosas ciertas, sino dudas, porque faltaba la presencia de nuestro
Señor:
(2) Me encontraba fuera de mí misma y parecía
que me encontraba dentro de una iglesia, donde estaban algunos sacerdotes
venerables, y unidas almas del purgatorio y personas santas que estaban
discutiendo entre ellos sobre la iglesia de San Cataldo, y decían casi con
certeza que se había obtenido el abrirla al culto, y yo escuchando esto he
dicho: “Cómo puede ser esto, el otro día
corrían rumores de que el Capítulo había perdido la causa, entonces, por medio
del tribunal no se ha podido obtener, el municipio no la quiere dar, ¿y ustedes
dicen que se debe obtener?” Y ellos han
agregado: “A pesar de todas estas dificultades, no obstante no está perdida, y
aunque se llegue a poner manos a la obra para derrumbarla, no se podrá decir
perdida, porque San Cataldo sabrá defender bien su templo, pero, pobre Corato
si a esto llegan”. Mientras esto decían
han repetido: “Ya se han llevado las primeras cosas, la Virgen coronada ya ha
sido llevada a su casa, ve tú ante la Virgen y ruégale que habiendo comenzado
la gracia, la cumpla”. Yo he salido de
aquella iglesia para ir a rogar, pero mientras esto hacía me he encontrado en
mí misma.
30
de Julio de 1904. (6-54), Vol. 6
Desapego que
deben tener los sacerdotes.
(1) Esta mañana el bendito Jesús no venía, y
yo encontrándome fuera de mí misma giraba y volvía a girar en busca de mi sumo
y único bien, y no encontrándolo, mi alma se sentía morir a cada instante, pero
lo que acrecentaba mi dolor era que mientras me sentía morir, no moría, porque
si yo pudiera morir habría alcanzado mi finalidad, al encontrarme para siempre
en el centro Dios. ¡Oh! separación, cómo
eres amarga y dolorosa, no hay pena que pueda compararse a ti. ¡Oh! privación divina, tú consumes, tú
traspasas, tú eres un cuchillo de dos filos, que de un lado corta y del otro
quema, el dolor que provocas es tan inmenso por cuanto es inmenso Dios.
(2) Ahora, mientras andaba vagando me he
encontrado en el purgatorio, y mi dolor, mi llanto, parecía que acrecentaba el
dolor de aquellas pobres almas privadas de su vida: “Dios”. Entonces, entre estas almas parecía que
habían sacerdotes, uno de los cuales parecía que sufría más que los otros, y
éste me ha dicho:
(3) “Mis graves sufrimientos provienen de que en vida fui muy apegado a
los intereses de la familia, a las cosas terrenas y un poco de apego a alguna
persona, y esto produce tanto mal al sacerdote, que forma una coraza de fierro
enfangada, que como vestido lo envuelve, y sólo el fuego del purgatorio y el
fuego de la privación de Dios, que comparado con el primer fuego, desaparece el
primero, puede destruir esa coraza. ¡Oh,
cuánto sufro! Mis penas son
inenarrables, ruega, ruega por mí”.
(4) Entonces yo me sentía más afligida y me
he encontrado en mí misma, y después, apenas he visto la sombra del bendito
Jesús y me ha dicho:
(5) “Hija mía, ¿qué has estado buscando?
Para ti no hay otros alivios y ayudas que Yo sólo”.
(6) Y como un relámpago ha desaparecido. Y yo he quedado diciendo: ¡Ah! ¿Él mismo me
lo dice? Que sólo Él es todo para mí,
sin embargo tiene la valor de dejarme privada y sin Él”.
2
de Septiembre de 1904. (6-67), Vol. 6
Sólo Dios
tiene poder para entrar en los corazones y dominarlos como le place.
Nuevo modo como deben comportarse los
sacerdotes.
(1) Encontrándome en mi habitual estado me
sentía toda oprimida, con el agregado del temor de que mi pobre estado fuese
todo obra diabólica, y me sentía consumir alma y cuerpo. Después, en cuanto ha venido me ha dicho:
(2) “Hija mía, ¿por qué te perturbas tanto? ¿No sabes tú que si se unieran juntas todas
las potencias diabólicas, no pueden entrar dentro de un corazón y tomar dominio
de él, a menos que el alma misma, por propia voluntad les dé la entrada? Sólo Dios tiene este poder de entrar en los
corazones y dominarlos como le place”.
(3) Y yo: “Señor, ¿por qué me siento consumir
alma y cuerpo cuando me privas de Ti?
¿No es esto el soplo diabólico que ha penetrado en mi alma y que así me atormenta?”
(4) Y Él: “Más bien te digo que es el soplo del Espíritu Santo, que
soplando sobre ti continuamente te tiene siempre encendida, y te consume por
amor suyo”.
(5) Después de esto me he encontrado fuera de
mí misma y veía al Santo Padre asistido por nuestro Señor, que estaba
escribiendo un nuevo modo como deben comportarse los sacerdotes, qué cosa deben
hacer y lo que no deben hacer, a dónde no deben ir, e imponía castigos a quien
no se sometía a su obediencia.
20
de Octubre de 1904. (6-76), Vol. 6
Ve sacerdotes
que se muerden entre ellos.
(1) Esta mañana me he encontrado fuera de mí
misma, en medio de una calle donde estaban muchos perritos que se mordían unos
a otros, y al principio de esta calle un religioso que los veía morderse, los
oía y se impresionaba, porque veía naturalmente, y los perritos le decían sin
profundizar y analizar bien las cosas y sin una luz sobrenatural, que les
hiciera conocer la verdad. Mientras esto
veía he oído una voz que decía:
(2) “Todos estos son sacerdotes que se muerden entre ellos”.
(3) Y aquel religioso que viendo a los
sacerdotes morderse entre ellos, parecía que fuera el visitador, y los dejaba
sin la asistencia Divina.
25
de Agosto de 1906. (7-39), Vol.7
El interés y
las ciencias humanas en los sacerdotes.
(1) Esta mañana, encontrándome fuera de mí
misma, me parecía ver sacerdotes, prelados atentos al interés y a las ciencias
humanas, que no son necesarios para su estado, agregando a esto un espíritu de
rebelión a las autoridades superiores. Nuestro Señor, muy afligido me ha dicho:
(2) “Hija mía, el interés, las ciencias humanas, y todo lo que al
sacerdote no le pertenece, le forma una segunda naturaleza, fangosa y
putrefacta, y las obras que salen de éstos, aun santas, me provocan náuseas por
la peste que exhalan, tanto, que me son intolerables. Reza y repárame estas
ofensas, porque no puedo más”.
20
de Octubre de 1906. (7-57), Vol.7
Jesús se
lamenta por el estado de sus Ministros.
(1) Encontrándome fuera de mí misma me he
encontrado dentro de una iglesia, en el cual había mucha gente asistiendo a las
funciones sagradas. En ese momento parecía que por autoridad del gobierno
entraban otras personas a profanar el lugar santo. Quién bailaba, quién
violentaba y quién metía mano al Santísimo y a los sacerdotes. Yo al ver esto
lloraba y rogaba diciendo al Señor: “No permitas que lleguen a esto, a profanar
vuestros sagrados templos, porque quién sabe cuántos castigos tremendos
descargarás sobre tus criaturas por estos horrendos pecados”. Mientras esto
decía me ha dicho:
(2) “Hija mía, la causa de todos estos enormes delitos han sido los
pecados de los sacerdotes, porque un pecado es causa y castigo de hacer caer en
otros pecados. Primero me lo han profanado ellos, ocultamente, mi santo templo
con las misas sacrílegas, con mezclar los actos impuros en la administración de
los sacramentos, y han llegado, bajo el aspecto de cosas santas no sólo a
profanar mis templos de piedra, sino a profanar y a violentar mis templos
vivos, que son las almas y a profanar mi mismo Cuerpo. De todo esto los
seglares han tenido un indicio, y no viendo en ellos la luz necesaria para su
camino, es más, no han encontrado otra cosa en ellos que tinieblas, han quedado
tan obscurecidos que han perdido la bella luz de la fe, y sin luz no es de
asombrarse que lleguen a tan graves excesos.
(3) Por eso reza por los sacerdotes, a fin de
que sean luz en los pueblos, para que renaciendo la luz, los seglares puedan
adquirir la vida y ver los errores que cometen, y viéndolos tendrán horror de
cometer estos graves excesos, que serán causa de graves castigos”.
23
de Octubre de 1906. (7-58), Vol.7
Cómo en estos
tiempos todo es afeminado.
(1) Encontrándome en mi habitual estado, por
poco tiempo ha venido mi adorable Jesús, y todo agobiado y afligido ha querido
derramar en mí sus amarguras, y después me ha dicho:
(2) “Hija mía, son tales las amarguras que me dan las criaturas, que no
puedo contenerlas, por eso he querido participártelas. En estos tiempos todo es
afeminado; los mismos sacerdotes parece que han perdido el carácter masculino y
adquirido el carácter femenino, así que raramente se encuentra un sacerdote
varonil, y el resto todos afeminados. ¡Ah! En qué estado deplorable se
encuentra la pobre humanidad”.
(3) Dicho esto ha desaparecido. Yo misma no
comprendo el significado de esto, pero la obediencia ha querido que lo escriba.
16
de Noviembre de 1906, (7-66), Vol. 7
Diferencia que hay entre las ofensas de los
religiosos y las de los seglares.
(1) Encontrándome fuera de mí misma veía las tantas
ofensas que cometen los sacerdotes y personas religiosas, y el gran desagrado
que el bendito Jesús sentía por ellas. Entonces yo, casi asombrándome he dicho:
“Dulce vida mía, es verdad que las personas religiosas te ofenden, pero a mí me
parece que los seglares te ofenden mayormente, no obstante muestras más
disgusto por las ofensas de aquellas que por las de éstos, parece que eres todo
ojos para mirar todo lo que hacen los primeros, y aparentas no ver lo que hacen
los segundos”.
(2) Y Él: “¡Ah! Hija mía, tú no puedes comprender la diferencia que hay
entre las ofensas de los religiosos y las de los seglares, por eso te asombras.
Los religiosos han declarado pertenecerme, amarme y servirme, y Yo les he
confiado los tesoros de mi Gracia, y a otros los tesoros de los sacramentos,
como es el caso de los sacerdotes. Ahora, fingiendo en lo exterior que me
pertenecen, en su interior, si es necesario, están lejos de Mí, aparentan
amarme y servirme, en cambio me ofenden y se sirven de las cosas santas para servir
a sus pasiones, por eso soy todo ojos para no dejarlos desperdiciar mis dones,
mis gracias, pero a pesar de mis premuras llegan a malgastar mis dones aun en
aquellas mismas cosas externas con las que externamente parece que me están
glorificando. Esta es una ofensa tan grave, que si tú la pudieses comprender
morirías de aflicción. En cambio los seglares declaran no pertenecerme, no
conocerme y no quererme servir, y esta es la primera cosa, que están libres del
espíritu de hipocresía, la cosa que más me disgusta; por eso, habiéndose ellos
declarado, no les he podido confiar mis dones, si bien la Gracia los exhorta y
les hace la guerra, pero no se ha donado porque no la quieren. Sucede como a un
rey que ha combatido para liberar los pueblos de la esclavitud en la cual eran
tenidos por otros reyes, a fuerza de sangre ha logrado liberar a una parte de
aquellos pueblos y los ha puesto bajo su dominio, proveyéndolos de todo, y si
fuera necesario haciéndolos habitar su misma habitación. Ahora, ¿de quién se
desagradaría más si lo ofendieran, de aquellos pueblos que han quedado lejanos
de él, que también quería liberar, o de aquellos que viven con él?”
31
de Junio de 1908. (8-39), Vol.8
El verdadero
espíritu de caridad en los ricos y en los sacerdotes.
(1) Continuando mi habitual estado lleno de
amarguras y de privaciones, después de haber esperado mucho, me parecía ver a
los pueblos en actitud de rebelarse y agudizar la lucha contra los ricos. En
este momento, el lamento del dulcísimo Jesús se hacía oír en mi oído, todo
amargado que decía:
(2) “Soy Yo quien da la libertad a los pobres, estoy cansado de los
ricos, mucho han hecho: Cuánto dinero gastado en bailes, en teatros, en
inútiles viajes, en vanidades y también en pecados, ¿y los pobres? No han
podido tener suficiente pan para saciar su hambre, oprimidos, cansados,
amargados; si les hubieran dado sólo lo que han gastado en cosas no necesarias,
mis pobres habrían sido felices, pero los ricos los han tenido como una familia
que no pertenecía a ellos, es más, los han despreciado, teniéndose para ellos
las comodidades, las diversiones, como cosas pertenecientes a su condición, y
dejando a los pobres en la miseria como cosa de su condición”.
(3) Y mientras esto decía, parecía que
retiraba la gracia a los pobres, y estos enfurecían contra los ricos, de manera
que sucedían cosas graves. Entonces yo al ver esto he dicho: “Amada vida mía y
todo mi bien, es cierto que hay ricos malos, pero también hay buenos, las
tantas señoras devotas que dan limosnas a las iglesias, tus sacerdotes que
hacen tanto bien a todos”.
(4) “¡Ah! hija mía, calla y no me toques una herida para Mí tan
dolorosa, podría decir que no las reconozco a éstas tales devotas, dan las
limosnas donde quieren ellas, para lograr sus propósitos, para tener a las
personas a su disposición; para quien les simpatiza gastan aun millones de
liras, pero donde es necesario no se dignan dar ni una moneda. ¿Podría decir
que lo hacen por Mí? ¿Podría reconocer este su obrar? Y tú misma, por sus
actitudes, podrás reconocer si lo hacen por Mí si se encuentran dispuestas a
resolver cualquier necesidad; pero si no cambian y dan lo mucho donde no es tan
necesario y niegan lo poco donde es necesario, se puede decir que no hay
espíritu de verdadera caridad, ni recto obrar. Así que mis pobres son dejados
en el olvido aun por estas señoras devotas. ¿Y los sacerdotes? ¡Ah! hija mía,
peor aún, ¿hacen bien a todos? Tú te engañas, hacen el bien a los ricos, tienen
tiempo para los ricos, también de ellos han quedado casi excluidos los pobres;
para los pobres no tienen tiempo, para los pobres no tienen una palabra de
consuelo, de ayuda que darles, los rechazan, llegan a decirse enfermos. Podría
decir que si los pobres se han alejado de los sacramentos, ellos han
contribuido, porque no siempre han tenido tiempo para confesarlos, y los pobres
se han cansado y no han regresado más. Todo lo contrario si se ha presentado un
rico, no han dudado un momento, tiempo, palabras, consuelos, ayudas, todo se ha
encontrado para los ricos. ¿Puedo decir que tienen espíritu de verdadera
caridad los sacerdotes si llegan a seleccionar a quienes deben escuchar? ¿Y los
demás? O los rechazan o los atienden tan precipitadamente, que si mi gracia no
ayudara en modo especial a los pobres, estos se habrían alejado de mi Iglesia.
Con excepción de algún sacerdote, por todos los demás podría decir que la
verdadera caridad y el espíritu recto se han marchado de la tierra”.
(5) Yo he quedado más que nunca amargada,
implorando misericordia.
12
de Agosto de 1910. (9-40), Vol.9
El principio y todo el mal del sacerdote,
consiste en tratar con las almas de cosas humanas.
(1) Estando en mi habitual estado, me he
encontrado fuera de mí misma y veía a sacerdotes, y a Jesús que se hacía ver en
mi interior todo dislocado y con los miembros separados, y Él señalaba a
aquellos sacerdotes, y hacía comprender que a pesar de que eran sacerdotes,
eran también miembros separados de su cuerpo, y lamentándose decía:
(2) “Hija mía, cómo soy ofendido por sacerdotes. Los superiores no
vigilan sobre mi suerte sacramental, y me exponen a sacrilegios enormes. Estos
que tú ves son miembros separados, que si bien me ofenden mucho, pero mi cuerpo
no tiene más contacto con sus acciones perversas, pero los otros que fingen no
estar separados de Mí y continúan su actividad de sacerdotes, ¡oh! cuánto más
me ofenden, a qué atroz tormento estoy expuesto, cuántos castigos atraen, Yo no
puedo soportarlos más”.
(3) Y mientras esto decía, yo veía muchos
sacerdotes que escapaban de la Iglesia y se volteaban contra Ella para hacerle
guerra; por eso miraba a aquellos sacerdotes con sumo disgusto, y veía una luz
que me hacía comprender que el principio y todo el mal del sacerdote consiste
en tratar con las almas de cosas humanas, de naturaleza toda material sin una estrecha
necesidad; estas cosas humanas forman una red para los sacerdotes que les ciega
la mente, les endurece el corazón para las cosas divinas, y les impide el paso
en el camino que conviene hacer en el ejercicio de su ministerio; y no sólo
esto, sino que es red para las almas, porque llevan lo humano y lo humano
reciben, y la gracia queda como excluida de ellas. ¡Oh, cuánto mal se comete
por estos tales, cuántos estragos de almas hacen! El Señor quiera iluminarlos a
todos.
25
de Diciembre de 1910. (10-9), Vol.10
Los sacerdotes se han apegado a las familias,
al interés, a las cosas exteriores, etc., ésta es la necesidad de las casas de
reunión de sacerdotes.
(1) Esta mañana el bendito Jesús se hacía ver
pequeño, pequeño, pero tan gracioso y bello que me raptaba en dulce encanto,
después se volvía más benévolo porque con sus pequeñas manitas tomaba pequeños
clavos y me clavaba con una maestría digna sólo de mi siempre amable Jesús, y
después me colmaba de besos y de amor, y yo a Él. Después de esto me parecía
que me encontraba en la gruta de mi recién nacido Jesús, y mi pequeño Jesús me
ha dicho:
(2) “Hija amada mía, ¿quién vino a visitarme en la gruta de mi
nacimiento? Los pastores fueron los primeros visitantes, los únicos que hacían
un ir y venir y me ofrecían dones y cosas de ellos, y los primeros que tuvieron
el conocimiento de mi venida al mundo, y por consecuencia los primeros
favorecidos llenos de mi gracia. He aquí por qué escojo siempre personas
pobres, ignorantes, despreciables, y de ellas hago portentos de gracia, porque
son siempre las más dispuestas, las más dispuestas a oírme, a creerme sin poner
tantas dificultades, tantas cavilaciones, como lo hacen las personas cultas.
Después vinieron los magos, pero no se vio ningún sacerdote, mientras que ellos
debían ser los primeros en hacerme cortejo, porque ellos sabían más que todos
los demás según las escrituras que estudiaban, sabían el tiempo, el lugar, y
era más fácil el venir a visitarme, pero ninguno, ninguno se movió, es más,
mientras que ellos lo señalaron a los magos, ellos no se movieron, ni se
incomodaron en dar un paso para ir en busca de mi venida. Esto fue un dolor,
para Mí amarguísimo, en mi nacimiento, porque en aquellos sacerdotes era tanto
el apego a las riquezas, al interés, a las familias y a las cosas exteriores,
que como resplandores les cegaba la vista, les endurecía el corazón y volvía
torpe la inteligencia para conocer las verdades más sagradas, más ciertas, y
estaban tan engolfados en las cosas bajas de la tierra, que jamás habrían
creído que un Dios pudiese venir a la tierra en tanta pobreza y en tanta
humillación, y no sólo en mi nacimiento, sino también en el curso de mi vida,
cuando hacía los milagros más estrepitosos, ninguno me siguió, más bien
planearon mi muerte y me asesinaron sobre la cruz. Y Yo, después de haber usado
todo mi arte para atraerlos a Mí, los puse en el olvido y escogí personas
pobres, ignorantes, como fueron mis apóstoles y formé mi Iglesia, los segregué
de las familias, los liberé de cualquier vínculo de riquezas, los llené de los
tesoros de mi gracia y los volví hábiles para la dirección de mi Iglesia y de
las almas. Ahora, debes saber que este dolor aún me dura, porque los sacerdotes
de estos tiempos se han hermanado con los sacerdotes de aquellos tiempos, se
han dado la mano en el apego a las familias, al interés, a las cosas exteriores
y poco o nada ponen atención al interior, es más, algunos se han degradado
tanto, que han llegado a hacer entender a los mismos seglares que no están
contentos de su estado, abajando su dignidad hasta lo ínfimo y por debajo de
los mismos seglares. ¡Ah! hija mía, ¿qué prestigio puede tener su palabra en
las gentes? Más bien los pueblos por su causa van descendiendo en la fe y en el
abismo de peores males, caminan a tropezones y en las tinieblas, porque luz en
los sacerdotes no ven más. Esta es la necesidad de las casas de reunión de
sacerdotes, a fin de que liberado el sacerdote de las tinieblas de las cuales
está invadido, de las familias, del interés y de los cuidados de las cosas
exteriores, pueda dar luz de verdaderas virtudes y los pueblos puedan salir de
los errores en los que han caído. Son tan necesarias estas reuniones, que cada
vez que la Iglesia ha llegado a lo ínfimo, casi siempre éste ha sido el medio
para hacerla resurgir más bella y majestuosa”.
(3) Yo al oír esto he dicho: “Mi sumo y único
bien, dulce vida mía, compadezco tu dolor y quisiera endulzarlo con mi amor,
pero Tú sabes bien quién soy yo, cómo soy pobre, ignorante, mala, y además,
extremadamente presa por la pasión de mi ocultamiento, amo tanto el que pudiera
esconderme tanto en Ti, que ninguno pudiera creer que yo existo más, y Tú en
cambio quieres que hable de estas cosas que tanto afligen tu amantísimo corazón
y tan necesarias para la Iglesia. ¡Oh! mi Jesús, a mí háblame de amor, y ve en
busca de otras almas buenas y santas a hablar de estas cosas tan útiles para la
Iglesia”. Y el buen Jesús ha dicho:
(4) “Hija mía, también Yo amaba el ocultamiento, pero cada cosa tiene su
tiempo, cuando el honor y la gloria del Padre y el bien de las almas lo
requirió, me manifesté e hice mi vida pública. Así hago con las almas, a veces
las tengo escondidas, otras veces las manifiesto, y tú debes ser indiferente a
todo, queriendo sólo lo que Yo quiero, es más, te bendigo el corazón, la boca,
y hablaré Yo en ti con mi misma boca y con mi mismo dolor”.
(5) Y así me ha bendecido y ha desaparecido.
8
de Enero de 1911. (10-10), Vol.10
La familia
mata al sacerdote.
El interés es
la polilla del sacerdote.
(1) Ahora, por obedecer escribo cosas pasadas
y explico sobre estas reuniones de sacerdotes que el bendito Jesús quiere.
Habiendo venido un santo sacerdote en el pasado mes de noviembre, y habiéndome
pedido que preguntara a Jesús qué cosa quería de él, mi siempre amable Jesús me
dijo:
(2) “La misión del sacerdote escogido por Mí será alta y sublime, se
trata de salvar la parte más noble, más sagrada, la cual son los sacerdotes,
que en estos tiempos se han vuelto el escarnio de las gentes. El medio más
adecuado sería formar estas casas de reunión de sacerdotes para segregarlos de
la familia, porque la familia mata al sacerdote; estas casas él las debe
promover, impulsar, aunque tenga que amenazar. Si me salva a éstos, me ha
salvado a todos las gentes”.
(3) Después tuve cuatro comunicaciones de
Jesús con respecto a estas reuniones, las escribí y se las di a aquel
sacerdote, por eso no creía necesario repetirlas en mis escritos, pero la
obediencia quiere que las escriba, y yo hago el sacrificio:
(4) 1.- Mi adorable Jesús me ha dicho: “La misión que le daré es alta y
sublime, en modo especial por los sacerdotes. La fe en las gentes está casi
apagada, y si hay alguna llamita está como escondida bajo las cenizas; la vida
de los sacerdotes y sus malos ejemplos, la vida casi toda secular y quizá peor
aún, se dan la mano para hacer morir aquella llamita, ¿y qué será de las
gentes? Por eso lo he llamado, a fin de que se interese en mi causa, y con el
ejemplo, con la palabra, con las obras y con el sacrificio, ponga un remedio.
El remedio más apto, más oportuno y eficaz sería formar las casas de reunión de
los sacerdotes en los diferentes pueblos, segregarlos de la familia, porque la
familia mata al sacerdote y arroja en las gentes tinieblas de interés,
tinieblas de aprecio de cosas mundanas, tinieblas de corrupción, en suma, le
quita todo el brillo, el esplendor de la dignidad sacerdotal y lo hace volverse
la burla del pueblo. Yo le daré intrepidez, valor y gracia si se pone a la
obra”.
(5) Además de esto, parecía que el bendito
Jesús le embellecía el corazón, ahora de amor y ahora de dolor, haciéndolo
partícipe de sus penas.
(6) 2.- Continúa mi sumo y único bien
diciéndome el gran bien que le vendría a la Iglesia con formar estas casas de
reunión: “Los buenos se harán más buenos; los imperfectos, los tibios, los
debilitados, se harán buenos; los malos saldrán fuera, y entonces he aquí
cribado y purificado el cuerpo de los ministros de mi Iglesia, y quedando
purificada la parte más elegida, más sagrada, las gentes quedarán reformadas”.
(7) Mientras estaba en esto, veía ante mi
mente como dentro de un cuadro a Corato, y a los sacerdotes que debían ponerse
a la cabeza de la obra, pero dirigida por el padre G., los sacerdotes parecía
que eran don C., D., B., y D., C., F., seguidos por otros, y parecía que debían
poner parte de sus pertenencias. Y mi amable Jesús ha agregado:
(8) “Es necesario organizar bien la cosa para no hacer huir a ninguno, y
procurarles los medios necesarios para no oprimir al pueblo; para esto he aquí
la paga, las entradas de la parroquia, hay que comprometer a éstos que harán
parte de estas reuniones, y ellos mantendrán el coro y todos los otros oficios
pertenecientes a su ministerio. Al principio se suscitarán contradicciones y
persecuciones, pero a lo más dentro de los mismos sacerdotes, pero pronto
cambiarán las cosas y el pueblo estará con ellos, y a manos llenas los
proveerán y gozarán la paz y el fruto de sus fatigas, porque a quien está
Conmigo, Yo permito que todos estén con ellos”.
(9) Después, mi siempre amable Jesús se ha
arrojado en mis brazos, todo afligido y suplicante, tanto de enternecer a las
mismas piedras, y ha dicho:
(10) “Di al padre G. que le pido, le suplico que ayude a que se salven,
y que no deje perecer a mis hijos”.
(11) 3.- Continúa mí siempre amable Jesús
sobre el mismo argumento. Estando presentes los padres veía el Cielo abierto y
a mi adorable Jesús y a la Celestial Mamá que venían a mí, y a los santos que
del Cielo nos miraban, y mi benigno Jesús decía:
(12) “Hija mía, di al padre G. que absolutamente quiero la obra; ya
comienzan a poner dificultades, dile que no se necesita otra cosa que arrojo,
valor y desinterés, es necesario cerrar los oídos a todo lo que es humano y
abrirlos a lo que es divino, de otra manera las dificultades humanas serán la
red que los enredará, de tal modo que no sabrán salir fuera, y Yo justamente
los castigaré volviéndolos los guiñapos de los pueblos; pero sí en cambio
prometen ponerse a la obra, Yo seré todo para ellos, y ellos no serán otra cosa
que las sombras que seguirán la obra tan deseada por Mí, y no sólo, sino que
tendrán otro gran bien, porque es necesario que la Iglesia sea purgada y lavada
con el derramamiento de sangre, porque mucho, mucho se ha ensuciado, tanto, de
darme nausea; y donde se purifiquen en este modo, Yo evitaré la sangre, ¿qué
más quieren?”.
(13) Después, volteándose como si mirase a un
sacerdote ha agregado:
(14) “Yo te escojo a ti por cabeza de esta obra por haber puesto en ti
un germen de arrojo, esto es un don que te he dado, y este don no quiero que lo
tengas inútil, hasta ahora lo has malgastado en cosas frívolas, en locuras y en
política, y éstas te han pagado amargándote y no dándote jamás paz; ahora
basta, basta, ponte a la obra mía, pon el valor que te he dado todo para Mí, y
Yo seré todo para ti y te pagaré dándote paz, gracia, y te haré adquirir
aquella estima que has ido buscando en el pasado y no la has obtenido, es más,
no te daré la estima humana, sino la divina”.
(15) Después ha dicho al padre G.: “Hijo mío, ánimo, defiende mi causa,
sostén, ayuda a aquellos sacerdotes que veas un poco dispuestos para esta obra,
promete todo bien a nombre mío a aquellos que se metan, amenaza a aquellos que
susciten contradicciones y obstáculos. Di a los obispos y a los jefes que si
quieren salvar al rebaño, este es el único medio, toca a ellos salvar a los
pastores, y a los pastores toca salvar al rebaño, y si los obispos no ponen a
salvo a los pastores, cómo puede salvarse el rebaño?”
(16) 4.- Habiendo yo entendido las
dificultades de los sacerdotes en formar las casas de reunión, rogaba al buen
Jesús que si era voluntad suya que esto se hiciera, quitase todos los
obstáculos que impedían tan gran bien, y mi adorable Jesús al venir me ha
dicho:
(17) “Hija mía, todos los obstáculos provienen de que cada uno mira las
cosas según sus propias condiciones y disposiciones, y naturalmente mil lazos y
obstáculos encuentran que les impiden el paso, pero si miraran la obra según mi
honor, mi gloria, y el solo bien de sus almas y de las almas de los demás,
todos los lazos quedarían rotos y los obstáculos desvanecidos. No obstante, si
se afilian Yo estaré con ellos y los protegeré tanto, que si algún sacerdote
quiere oponerse y obstaculizar mi obra, estoy dispuesto a quitarle aun la
vida”.
(18) Después mi siempre amable Jesús ha agregado todo afligido: “Ah hija
mía, ¿sabes tú cuál es el obstáculo más infranqueable y el lazo más fuerte? Es
el interés, el interés es la polilla del sacerdote, porque lo vuelve leño
podrido apto sólo para ser quemado en el infierno. El interés vuelve al
sacerdote el juguete del demonio, el hazmerreír del pueblo y el ídolo de las
propias familias, por eso el demonio pondrá muchos obstáculos para impedir que
hagan esto, porque ve rota la red que los tenía atados y esclavos en su dominio.
Por eso di al padre G. que infunda valor a quien vea dispuesto, que no los deje
si no ve la obra encarrilada, de otra manera comenzarán solamente a hacer
proyectos y no concluirán nada. Que diga también a los obispos que no acepten
ordenaciones de otros, si no están dispuestos a vivir segregados de la familia;
diles también que muchos lo herirán mofándose de él y desacreditándolo, pero
que él no les dé importancia, todo el sufrir le será dulce si es por causa
mía”.
10
de Enero de 1911. (10-11), Vol.10
Cuando los sacerdotes no se ocupan sólo de
Dios, quedan áridos, porque no participan de los influjos de la Gracia.
(1) Continuando mi habitual estado, por poco
tiempo ha venido el bendito Jesús, yo estaba rogándole que quitara los
obstáculos que impedían estas reuniones y que nos manifestara cómo le agradaría
que esto se hiciera, y me ha dicho:
(2) “Hija mía, el punto que más me importa y me interesa, es el separar
perfectamente al sacerdote de su familia. Que den todo lo que tienen a la
familia, y para ellos se queden solamente con lo personal, y como ellos deben
mantenerse de la Iglesia, justo es que las cosas, de donde vienen, allí vayan a
parar, esto es, que todo lo que puedan tener debe servir para mantenerse ellos
y engrandecer las obras de mi gloria y para el bien del pueblo, de otra manera
Yo no haré que la gente sea dadivosa con ellos; pero no sólo esto, sino que si
ellos se separan físicamente de su familia, pero no con el corazón, de esto
surgirá la avidez por ver quien puede tener más ganancias para poder dar más a
su familia, y esto causará envidias entre ellos si se asigna un puesto de mayor
lucro a uno que a otro; en la práctica verán cuántos males vendrán, cuántas
desuniones, celos, rencores y más si no corrigen este punto tan esencial. Yo prefiero
quedarme con pocos sacerdotes y no con muchos que corrompan la obra tan querida
por Mí. ¡Ah hija mía, cuántos Ananías saldrán! Y cómo sabrán defender,
patrocinar, excusar este tan bien querido ídolo del interés. ¡Ah! sólo de quien
se consagra a Mí tengo esta desventura, que en vez de poner atención a Mí, a mi
honor, a mi gloria y a la santificación que conviene a su estado, Yo les sirvo
sólo de tapadera, y su finalidad es de poner atención a sus familias, a los
sobrinos. ¡Ah! no así en quien se da al mundo, más bien buscan escatimar con
sus familias, y si no pueden hacerlo llegan a desconocer a los propios padres.
(3) Cuando el sacerdote no se ocupa solamente de mi gloria y de los
oficios pertenecientes a su ministerio sacerdotal, no es otra cosa que un hueso
dislocado que me da dolor a Mí, dolor a sí mismo y dolor al pueblo, y deja
frustrada su vocación; y así como cuando un hueso no está en su lugar da
siempre dolor, y con no participar de los humores del cuerpo con el tiempo se
atrofia, y es necesario separarlo tanto por la inutilidad como por el dolor que
causa a los otros miembros, así los sacerdotes cuando no se ocupan sólo de Mí,
siendo huesos separados de mi cuerpo quedan secos, porque no participan en los
influjos de mi gracia, y Yo los retengo y los retengo, pero si veo su dureza
los arrojo lejos de Mí, ¿y sabes dónde? En lo más profundo del infierno”.
(4) Después ha agregado: “Escribe, manda decir a aquel padre al cual
confío esta misión de sacerdotes, que esté firme en este punto, que me lo
vuelva inviolable, dile también que lo quiero en la cruz y siempre Conmigo
crucificado”.
15
de Enero de 1911. (10-12), Vol.10
El interés es
el veneno del sacerdote.
Dios no es comprendido por quien no está despojado
de todo y de todos.
(1) Continuando mi habitual estado, mi
adorable Jesús se hacía ver llorando, porque me lo había traído la Celestial
Mamá para que lo tranquilizara, y yo hacía cuanto podía por lograrlo, lo
besaba, lo acariciaba, me lo estrechaba, le decía: “¿Qué quieres de mí? ¿No quieres
amor para que te sientas feliz y calmar tu llanto? ¿No me has dicho Tú mismo
otras veces, que tu felicidad es mi amor? Y yo te amo mucho, mucho, pero te amo
junto Contigo, porque por mí sola no sé amarte; dame tu aliento ardiente que
convierte todo mi ser en una llama de amor, y después te amo por todos, te amo
con todos, te amo en los corazones de todos”. ¿Pero quién puede decir todos mis
desatinos? Entonces parecía que se tranquilizaba un poco, y para hacer que mi
dulce Jesús no llorara más le he dicho: “Vida mía y mi todo, consuélate, ahora
que hagan las casas de reunión de sacerdotes, ¡oh! cómo quedarás consolado”.
(2) Y Él rápidamente: ¡Ah, hija mía, el interés es el veneno del
sacerdote, y se ha infiltrado tanto en ellos que les ha envenenado el corazón,
la sangre y hasta la médula de los huesos. ¡Oh! cómo los ha sabido enredar el
demonio, habiendo encontrado en ellos la voluntad dispuesta para ser
entretejida. Mi Gracia ha usado todo su arte para formar en ellos el tejido del
amor y darles el contraveneno del interés, pero no encontrando su voluntad
dispuesta, poco o nada ha tejido de divino, por eso el demonio no pudiendo
impedir del todo estas casas de reunión de sacerdotes, lo cual le ha provocado
mucha pérdida, se contenta con mantener la tela que les ha tejido con el veneno
del interés. ¡Oh! si tú vieras cuán pocos son los que están dispuestos a
segregarse de la familia y a derramar este veneno del interés, llorarías
conmigo, ¿no ves cómo discuten entre ellos respecto a este punto, cómo quedan agitados,
cómo se enardecen los ánimos? Más bien creen que es un disparate y que eso no
se aplica a su estado”.
(3) Mientras esto decía, yo veía a los
sacerdotes dispuestos para esto, y cuán escaso era el número de ellos. Jesús ha
desaparecido y yo me he encontrado en mí misma. Ahora, sintiendo repugnancia de
escribir estas cosas que corresponden a los sacerdotes, pero habiendo hecho el
sacrificio porque así lo quiere la obediencia, mi amado Jesús ha venido y me ha
dado un beso para recompensarme por el sacrificio hecho y ha agregado:
(4) “Hija amada mía, no has dicho todo sobre los inconvenientes que
traería si el sacerdote queda estorbado por la atadura de la familia, las
tantas vocaciones equivocadas por las cuales la Iglesia llora amargamente en
estos tristes tiempos; ciertamente no se verían tantos modernistas, tantos
sacerdotes vacíos de verdadera piedad, tantos de ellos dados a los placeres, a
la incontinencia y tantos otros que ven cómo se pierden las almas como si no
fuera nada, sin la mínima amargura, y tantos otros desatinos que hacen, estos
son signos de vocaciones equivocadas. Y si las familias ven que no hay nada más
que esperar por parte de los sacerdotes, a ninguno le vendrán ganas de incitar
a sus hijos para hacerse sacerdotes, ni a los hijos les vendrá el pensamiento
de enriquecerse, de elevar a la familia por medio de su ministerio”.
(5) Y yo: “¡Ah! mi dulce Jesús, en lugar de
decirme a mí estas cosas, ve a los dirigentes, a los obispos, porque ellos que
tienen la autoridad pueden lograr contentarte en este punto, pero yo, tan
pobre, ¿qué puedo hacer? No otra cosa que compadecerte, amarte y repararte”.
(6) Y Jesús: “Hija mía, ¿a los dirigentes, a los obispos? El veneno del
interés ha invadido a todos, y como casi todos están presos por esta fiebre
pestífera, les falta el valor de corregir y de poner un freno a quienes
dependen de ellos. Y además, Yo no soy comprendido por quien no está despojado
de todo y de todos, mi voz suena muy mal a sus oídos, más bien les parece un
absurdo, una cosa que no es conveniente a la condición humana; pero si hablo
contigo nos comprendemos suficientemente, y si no encuentro otra cosa,
encuentro un desahogo a mi dolor y tú me amarás de más, porque sabes que estoy
amargado”.
17
de Enero de 1911. (10-13), Vol.10
Los
gobernantes civiles escucharán más a Jesús que los jefes eclesiásticos.
Las casas de
reunión de sacerdotes se llamarán casas del resurgimiento de la fe.
(1) Continuando mi habitual estado, mi
siempre amable Jesús ha venido, pero tan afligido y tan ardiente de amor, que
deliraba y pedía un refrigerio, y poniendo sus brazos a mi cuello me ha dicho:
(2) “Hija mía, dame amor, este es el único refrigerio para calmar mis
desvaríos de amor”.
(3) Después ha agregado: “Hija, lo que has escrito con relación a las
reuniones de los sacerdotes, si me escuchan, no es otra cosa que casi un
proceso que hago con ellos, si no, como los jefes de los eclesiásticos no me
escucharán, estando también ellos atados por los lazos del interés y siendo
esclavos de las miserias humanas, casi lamiéndolas, en lugar de dominar sobre
las miserias, o sea, sobre el interés, sobre el deseo de realeza y otros, las
miserias los dominarán a ellos, así que ensordecidos por lo que es humano no
seré escuchado ni comprendido, entonces Yo me dirigiré a los jefes civiles, que
más fácilmente me prestarán atención, los cuales, entre para ver al sacerdote
humillado, y siendo éstos tal vez un poco más despojados que los mismos
eclesiásticos, mi voz será más escuchada, y lo que los eclesiásticos no quieren
hacer por amor, haré que lo hagan por necesidad y por la fuerza, y haré que les
sea quitado por el gobierno el residuo que les ha quedado”.
(4) Y yo: “Mi sumo y único bien, ¿cuál será
el nombre que se les dará a estas casas y cuáles las reglas?”
(5) Y Él: “El nombre será: “Las casas del resurgimiento de la fe”. Con
respecto a las reglas, pueden servirse de las mismas reglas del oratorio de San
Felipe Neri”.
(6) Después ha agregado: “Di al padre B. que tú serás el órgano y él el
sonido para esta obra, y que si recibirá burlas y será mal querido por los
interesados, los buenos y los pocos verdaderamente buenos comprenderán la
necesidad y la verdad que él anuncia, y se harán un deber de conciencia el
agregarse a la obra, y además, si recibe burlas tendrá el honor de hacerse más
semejante a Mí”.
19
de Enero de 1911. (10-14), Vol.10
La palabra de Jesús es eterna. Jesús quiere
al sacerdote libre de las ataduras de la familia.
El espíritu de los sacerdotes de estos
tiempos es: Espíritu de venganza, de odio, de interés, de sangre.
(1) Escuchando las dificultades de los
sacerdotes, especialmente sobre el romper del todo la atadura de la familia, y
que era imposible llevarlo a cabo en el modo como decía el bendito Jesús, y que
si fuera verdad que Él así lo quiere, que le hablara al Papa, para que él que
tiene autoridad pudiese ordenar a todos y ponerse a la cabeza de la obra, yo
estaba diciéndole otra vez al bendito Jesús todo esto, y me lamentaba con Él
diciendo: “Sumo amor mío, ¿no tenía yo razón al decirte que fueras a las
cabezas para decirles a ellos estas cosas, en vez de decírmelas a mí,
ignorante? ¿Qué puedo hacer yo?” Y mi siempre amable Jesús ha dicho:
(2) “Hija mía, escribe, no temas, Yo estoy contigo, mi palabra es
eterna, y lo que no puede hacer de bien aquí, puede hacer bien en otra parte,
lo que no se puede llevar a cabo en estos tiempos, se llevará a cabo en otros
tiempos, pero así quiero al sacerdote, libre de la atadura de la familia. ¡Ah!
tú no sabes cuál es el espíritu de los sacerdotes de estos tiempos, no es nada
diferente del de los seglares, espíritu de venganza, de odio, de interés, de
sangre. Ahora, debiendo vivir juntos, si uno gana más que el otro. y no deja su
ganancia para bien de todos, quién se sentirá antepuesto, quién defraudado, quién
humillado, creyendo que también él es bueno para hacer aquella ganancia, y por
lo tanto aparecen las riñas, los rencores, los disgustos y llegarán aún a las
manos. Te lo ha dicho tu Jesús y basta, este punto es necesario, es la columna,
es el fundamento, es la vida, es el alimento de esta obra; si pudiese ir a los
jefes Yo no habría insistido tanto. Además, mira un poco hija mía cómo son
burdos e ignorantes en las cosas divinas, Yo no tengo su modo de pensar, que
van buscando, humillándose y poniéndose a las órdenes de las dignidades, Yo al
comunicarme a las almas no miro a las dignidades, ni si son obispos o papas,
sino que miro si están despojados de todo y de todos, miro si en ellos, todo,
todo es amor para Mí, miro si se hacen escrúpulo de volverse jefes aun de un
solo respiro, de un latido, y encontrándolos todo amor, no miro si son
ignorantes, bajos, pobres, despreciados y polvo; el mismo polvo lo convierto en
oro, lo transformo en Mí, le comunico todo Mí mismo, le confío los más íntimos
secretos míos, le doy parte en mis alegrías y en mis dolores, es más, viviendo
en Mí en virtud del amor, no es de maravillar que estén al día de mi Voluntad
sobre las almas y sobre mi Iglesia. Una es la vida de ellos Conmigo, uno el
Querer y una es la luz con la cual ven la verdad según el punto de vista divino
y no según el humano, y por eso Yo no tengo que trabajar en comunicarme a estas
almas, y las elevo por encima de todas las dignidades”.
(3) Después, estrechándome y besándome me ha
dicho:
(4) “Bella hija mía, pero bella de mi misma belleza, ¿te afliges por las
cosas que dicen? No te aflijas, pregunta al padre B. pobre hijo mío, cuánto ha
sufrido por causa mía por los superiores, por sus compañeros y por los demás,
hasta declararlo necio, hechicero, hasta llegar a creer un deber el castigarlo,
¿y cuál era su delito? ¡El amor! Sintiendo los otros vergüenza de su vida
frente a la suya, le han hecho guerra y le hacen guerra. ¡Ah, cómo es costoso
el delito del amor! Mucho me cuesta a Mí el amor y mucho les cuesta a mis
amados hijos. Pero Yo lo amo mucho, y por lo que ha sufrido, en premio le he
dado a Mí mismo y moro en él. Pobre hijo mío, no lo dejan libre, lo espían por
todas partes, lo que no hacen con los demás, quien sabe y a lo mejor puedan
encontrar materia para corregirlo y mortificarlo, pero Yo estando con él vuelvo
vanas sus artes, dale ánimos, pero, ¡oh, cómo será terrible el juicio que haré
de estos tales que osan maltratar a mis amados hijos!”
4
de Febrero de 1911. (10-16), Vol.10
Donde se hagan las casas de reunión de
sacerdotes, las persecuciones serán más benignas.
(1) Continuando mi habitual estado, el
bendito Jesús me ha dicho:
(2) “Hija mía, di al padre G. que solicite las reuniones de sacerdotes,
que no hagan que las persecuciones se anticipen porque, ¡ay! por ellos, porque
donde se hagan estas reuniones serán más mitigadas las persecuciones, o
perdonadas las plagas. Es grande la podredumbre y demasiado maloliente, y por
necesidad se requiere del fierro y del fuego, el fierro para cortar las carnes
gangrenadas, y el fuego para purificar. Por lo tanto, pronto, pronto”.
7
de Junio de 1911. (10-23), Vol.10
Dolor de Jesús por los sacerdotes. Amor que
se esconde, ¡ay!
(1) Pasando días amarguísimos de privación de
mi adorable Jesús, le rogaba que se complaciese en venir; y apenas como un
relámpago ha venido y me ha dicho:
(2) “Amor que se esconde, ¡ay!”
(3) Y rogándole por la Iglesia y que tuviese
piedad de tantas almas que van por el camino de la perdición, porque quieren
hacer guerra a la Iglesia y a sus ministros, Jesús ha agregado:
(4) “Hija mía, no te aflijas, es necesario que los enemigos purguen a mi
Iglesia, y después que la hayan purgado, la paciencia, las virtudes de los
buenos serán luz a los enemigos, y se salvarán aquellos y éstos”.
(5) Y yo: “Pero al menos no permitas que las
faltas de tus ministros las lleguen a conocer los seglares, de otra manera
afligirán más a tu Iglesia”.
(6) Y Jesús: “Hija mía, no me pidas esto porque me indigno, quiero que
la materia salga fuera, no puedo más, no puedo más, los sacrilegios son
enormes, con cubrirlos daría campo para hacer que cometieran males mayores; tú
tendrás paciencia para soportar mi ausencia, la harás de heroína, quiero fiarme
de ti que eres mi hija, mientras Yo me ocuparé en preparar los flagelos para
seglares y sacerdotes”.
12
de Febrero de 1918, (12-34), Vol. 12
Las iglesias
desiertas y sin ministros.
(1)Continuando mi habitual estado, el siempre
amable Jesús se hacía ver muy afligido y yo le he dicho: “Amor mío, ¿por qué
estás tan afligido?”
(2)Y Él: “¡Ah! hija mía, cuando
permita que las iglesias queden desiertas, los ministros dispersos, las misas
disminuidas, significará que los sacrificios me son ofensas, las oraciones
insultos, las adoraciones irreverencias, las confesiones pasatiempos y sin
fruto; por lo tanto, no encontrando más mi gloria, sino ofensas, ni el bien de
ellos, no sirviéndome más los quito; pero este arrancar los ministros de mi
Santuario significa que las cosas han llegado al punto más malo, y que la
diversidad de los castigos se multiplicará.
¡Cómo es duro el hombre, cómo es duro!”
19
de Marzo de 1918. (12-38), Vol. 12
Jesús siente
náusea por la desunión de los sacerdotes.
(1) Continuando mi habitual estado, mi
siempre amable Jesús ha venido todo afligido y me ha dicho:
(2) “Hija mía, qué náusea siento por la desunión de los sacerdotes, me
es intolerable. Su vida desordenada es
la causa por la que mi justicia permitirá que mis enemigos les pongan las manos
encima para maltratarlos; ya los malos están por echarse contra ellos, e Italia
está por cometer el más grande pecado, el perseguir a mi Iglesia y mancharse
las manos de sangre inocente”.
(3) Y mientras esto decía, me hacía ver a
nuestras naciones aliadas devastadas, y muchos lugares desaparecidos y su
soberbia abatida.
20
de Junio de 1918. (12-52), Vol. 12
Jesús haciendo el oficio de Sacerdote
consagra las almas que viven en su Querer.
(1) Continuando mi habitual estado, mi dulce
Jesús se hacía ver en torno a mí todo lleno de atenciones, parecía que me vigilaba
en todo, y conforme lo hacía salía de su corazón una cuerda que venía hacia mi
corazón; y si yo estaba atenta la cuerda quedaba fija en el mío, y Jesús movía
esta cuerda y se divertía. Y mi amado
Jesús me ha dicho:
(2) “Hija mía, Yo soy todo atención para las almas, si me corresponden y
hacen otras tantas atenciones hacia Mí, las cuerdas de mi amor quedan fijas en
sus corazones, y Yo multiplico mis atenciones y me divierto; de otra manera las
cuerdas quedan sueltas, y mi amor rechazado y desconsolado”.
(3) Después ha agregado: “Para
quien hace mi Voluntad y vive en Ella, mi amor no encuentra obstáculo, y Yo lo
amo y lo prefiero tanto que reservo para Mí solo el hacer todo lo que se
necesita para ellos, y ayuda, dirección, socorros inesperados, gracias
imprevistas. Más bien soy celoso de que
otros le hagan alguna cosa; quiero hacerlo todo Yo, y llega a tanto mi celo de
amor, que si doy la potestad a los sacerdotes de consagrarme en las hostias
sacramentales para hacerme dar a las almas, en cambio a estas almas, conforme
van repitiendo sus actos en mi Voluntad, conforme se resignan, conforme hacen
salir el querer humano para hacer entrar al Querer Divino, Yo mismo me reservo
el privilegio de consagrar a estas almas, y lo que hace el sacerdote sobre la hostia
lo hago Yo con ellas, y no una sola vez, sino cada vez que repite sus actos en
mi Voluntad, como imán potente me llama, y Yo, cual hostia privilegiada la
consagro, le voy repitiendo las palabras de la Consagración, y esto lo hago con
justicia, porque el alma con hacer mi Voluntad se sacrifica de más que las que
comulgan y no hacen mi Voluntad, aquellas se vacían de sí mismas para ponerme a
Mí, me dan pleno dominio, y si es necesario están dispuestas a sufrir cualquier
pena para hacer mi Voluntad, y Yo no puedo esperar, mi amor no resiste para
darme en comunión a ellas hasta que el sacerdote quiera darles una hostia
sacramental, por eso hago todo por Mí.
¡Oh! cuántas veces me doy en comunión antes de que el sacerdote quiera
darme él, si esto no fuera así, mi amor quedaría como obstaculizado y atado en
los sacramentos. No, no, Yo soy libre,
los sacramentos los tengo en mi corazón, Yo soy el dueño y puedo ejercitarlos
cuando quiero”.
(4) Y mientras esto decía, parecía que giraba
por todas partes para ver si había almas que hacían su Voluntad para
consagrarlas. Cómo era bello ver al
amable Jesús girar como de prisa, para hacer el oficio de sacerdote y oírlo
repetir las palabras de la consagración sobre aquellas almas que hacían y viven
en su Querer. ¡Oh! bienaventuradas las
almas que reciben la consagración de Jesús, haciendo su Santísimo Querer.
19
de Agosto de 1918. (12-60), Vol. 12
Jesús está
cansado por las infamias de los sacerdotes.
(1) Encontrándome en mi habitual estado, mi
siempre amable Jesús se hacía ver en mi interior como dentro de un cerco de
luz, y mirándome me ha dicho:
(2) “Veamos qué hemos hecho de bien hoy”.
(3) Y miraba y miraba. Yo creo que aquel cerco de luz era su
Santísima Voluntad, y que habiéndome unido yo con Ella, por eso decía así. Y ha agregado:
(4) “De alguna manera estoy cansado por las infamias de los sacerdotes,
no puedo más, quisiera acabarlos. ¡Oh!
cuántas almas devastadas, cuántas desfiguradas, cuántas idólatras! Servirse de las cosas santas para ofenderme
es mi dolor más acerbo, es el pecado más abominable, es el sello de la ruina
total que atrae las más grandes maldiciones y rompe cualquier comunicación
entre el Cielo y la tierra. A estos
seres quisiera extirparlos de la tierra; por eso los castigos continuarán y se
multiplicarán, la muerte devastará las ciudades, muchas casas y caminos
desaparecerán, no habrá quien las habite, el luto, la desolación reinarán por
todas partes”.
(5) Yo le he rogado y suplicado, y habiéndose
entretenido conmigo una buena parte de la noche, estaba Él tan sufriente que yo
sentía despedazarme el corazón por el dolor, pero espero que mi Jesús se
aplaque.
4
de Septiembre de 1918. (12-61), Vol. 12
Lamentos de
Jesús por los sacerdotes.
(1) Encontrándome en mi habitual estado, mi
siempre amable Jesús en cuanto ha venido me ha dicho:
(2) “Hija mía, las criaturas quieren desafiar mi justicia, no quieren
rendirse y por eso mi justicia hace su curso contra las criaturas, y éstas de
todas las clases, no faltando ni siquiera aquellos que se dicen mis ministros,
y tal vez éstos más que los demás; que veneno contienen, envenenan a quien se
les acerca, en lugar de ponerme a Mí en las almas quieren ponerse ellos,
quieren hacerse rodear, hacerse conocer, y Yo quedo a un lado; su contacto
venenoso en lugar de hacer a las almas recogidas, me las distraen; en vez de
hacerlas retiradas, las hacen más disipadas, más defectuosas, tanto, que se ven
almas que no tienen contacto con ellos más buenas, más recogidas, más
retiradas, así que no puedo fiarme de ninguno; estoy obligado a permitir que
las gentes se alejen de las iglesias, de los sacramentos, a fin de que su
contacto no me las envenene más y las vuelva más malas. Mi dolor es grande, las heridas de mi corazón
son profundas, por eso ruega, y unida con los pocos buenos que hay, compadece
mi acerbo dolor”.
6
de Septiembre de 1924, (17-11), Vol. 17
Imagen del
estado de la Iglesia.
Necesidad de
purificarla.
(1) Encontrándome en mi habitual estado me he
encontrado fuera de mí misma, y con gran sorpresa mía he encontrado en medio de
un camino a una mujer tirada por tierra, toda llena de heridas y los miembros
todos descoyuntados, no había hueso en su lugar. La mujer, si bien tan maltrecha que parecía
el verdadero retrato del dolor, era bella, noble, majestuosa, pero al mismo
tiempo daba piedad el verla abandonada por todos, expuesta a quien quisiera
hacerle daño. Entonces, movida a
compasión miraba alrededor para ver si había alguien que me ayudara a
levantarla y ponerla en lugar seguro, y ¡oh! maravilla, junto a mí estaba un
joven que me parecía que fuera Jesús, y juntos la hemos levantado de la tierra,
pero a cada movimiento sufría penas desgarradoras debido al dislocamiento de
los huesos. Así, poco a poco la hemos
transportado dentro de un palacio, poniéndola sobre una cama, y junto con
Jesús, que parecía que amaba tanto a esa mujer que quería darle su propia Vida
para salvarla y darle la salud, tomábamos en nuestras manos los miembros
dislocados para ponerlos en su lugar; al toque de Jesús los huesos tomaban su
lugar y aquella mujer se transformaba en una bella y graciosa niña. Yo he quedado asombrada por esto, y Jesús me
ha dicho:
(2) “Hija mía, esta mujer es la imagen de mi Iglesia. Ella es siempre noble, llena de majestad y
santa, porque su origen está en el Hijo del Padre Celestial; pero a qué estado
tan doloroso la han reducido los miembros a Ella incorporados, no contentos con
no vivir santamente, a la par de Ella, la han llevado en medio de la calle,
exponiéndola al frío, a las burlas, a los golpes, y sus mismos hijos, como
miembros dislocados, viviendo en medio de la calle se han dado a toda clase de
vicios; el amor al interés, predominante en ellos los ciega y cometen las más
feas infamias y viven junto a Ella para herirla y gritarle continuamente: ‘Sea crucificada, sea crucificada’. En qué estado tan doloroso se encuentra mi
Iglesia, los ministros que deberían defenderla son sus más crueles verdugos;
pero para renacer es necesaria la destrucción de estos miembros e incorporarle
miembros inocentes, desinteresados, que viviendo a la par con Ella, regrese
bella y graciosa niña, tal cual Yo la constituí, sin malicia, más que sencilla
niña, para crecer fuerte y sana. Esta es
la necesidad de que los enemigos inicien la batalla, para que se purguen los
miembros infectados. Tú reza y sufre a
fin de que todo redunde para mi gloria”.
(3) Dicho esto me he encontrado en mí misma.
28 de Septiembre de 192, (20-5), Vol. 20
Su gran
aflicción por la publicación de los escritos.
Jesús quiere la entrega.
Jesús incita
al padre que debe ocuparse de esto.
(1) Me sentía oprimida y como aplastada bajo
el peso de una humillación profunda, porque me había sido dicho que no sólo se
publicaría lo que se refiere a la Voluntad de Dios, sino también lo que se refiere
a todas las otras cosas que me ha dicho mi amable Jesús; era tanto el dolor,
que me quitaba hasta las palabras para poder aducir razones para que no lo
hicieran, ni sabía rogar a mi amado Jesús para que no permitiera esto, todo era
silencio dentro y fuera de mí. Entonces
mi amable Jesús moviéndose en mi interior me ha estrechado a Él para infundirme
ánimo y fuerza y me ha dicho:
(2) “Hija mía, no quiero que veas como cosa tuya lo que has escrito,
sino que lo veas como cosa mía y como cosa que no te pertenece, tú de hecho no
debes entrar en medio, Yo me encargaré de todo, y por eso quiero que todo me lo
entregues y conforme escribes quiero que me lo des todo como un don, a fin de
que Yo quede libre de hacer lo que quiero y para ti, te quede sólo aquello que
te conviene para vivir en mi Voluntad.
Yo te he hecho tantos dones preciosos por cuantos conocimientos te he
manifestado, ¿y tú ningún don me quieres dar?”
(3) Y yo: “Mi Jesús, perdóname, yo no
quisiera sentir lo que siento, el pensar que lo que ha pasado entre Tú y yo
deben saberlo los demás, me pone inquieta y me da tal pena, que yo misma no sé
explicar, por eso dame la fuerza, en Ti me abandono y todo a Ti lo dono”. Y Jesús ha agregado:
(4) “Hija mía, así está bien, todo esto lo requiere mi gloria y el
triunfo de mi Voluntad, pero el primer triunfo lo quiere, lo exige sobre de
ti. ¿No estás contenta de que tú te
vuelvas la victoria, el triunfo de esta Voluntad Suprema? ¿No quieres tú entonces hacer cualquier
sacrificio para hacer que este Reino supremo sea conocido y poseído por las
criaturas? También Yo sé que tú sufres
mucho al ver que después de tantos años de secreto entre tú y Yo y que con
tanto celo te he tenido escondida, ahora al ver salir fuera nuestros secretos
sientes fuertes impresiones, pero cuando lo quiero Yo lo debes querer también
tú, por eso pongámonos de acuerdo y no te preocupes”.
(5) Después de esto me hacía ver al reverendo
padre, y Jesús estando junto a él le ponía su santa mano derecha sobre su
cabeza para infundirle firmeza, ayuda y voluntad diciéndole: “Hijo mío, hazlo pronto, no pierdas tiempo,
yo te ayudaré, estaré junto a ti a fin de que todo vaya bien y según mi
Voluntad. Así como me interesa que mi
Voluntad sea conocida y así como con paterna bondad he dictado los escritos que
se refieren al Reino del Fiat Supremo, así ayudaré a la publicación, estaré en
medio de aquellos que se ocuparán, a fin de que el todo sea regulado por
Mí. Por eso pronto, pronto”.
18
de Enero de 1928, (23-29), Vol. 23
La Virgen está aislada en su gloria, y
espera el cortejo de las otras reinas para tener su séquito.
Cómo las obras
de Dios se dan la mano entre ellas.
Las
manifestaciones sobre la Divina Voluntad serán el evangelio de su reino.
Debates sobre
los escritos.
Necesidad de
los primeros sacerdotes del reino del Fiat.
(1) Estaba siguiendo los actos en el Querer
Divino y decía entre mí: “¡Oh! cómo quisiera encerrarme en el acto primero de
Dios para hacer todo con un solo acto, para poder dar a mi Creador todo el
amor, toda la gloria, sus mismas beatitudes y alegrías infinitas, para poderlo
amar y glorificar como se glorifica y ama Él mismo, ¿qué cosa no le daría si
estuviera en aquel acto primero del Fiat Divino? Nada me faltaría para hacer feliz a mi
Creador con su misma felicidad”. Y
viéndome impotente rogaba a mi Mamá Soberana que viniese en mi ayuda y con sus
mismas manos maternas me encerrase en aquel acto primero donde Ella había
tenido su perenne morada, porque viviendo en el Divino Querer el primer acto de
Dios era suyo, por eso podía darle lo que quería. Pero mientras esto pensaba decía entre mí: “Cuántos
desatinos estoy diciendo”. Pero mi
amable Jesús moviéndose en mi interior me ha dicho:
(2) “Hija mía, la Reina del Cielo en su gloria y grandeza está como
aislada, porque habiendo vivido Ella sola en el primer acto de Dios, esto es en
la plenitud y totalidad del Querer Divino, Ella es Reina aislada, no tiene el
cortejo de otras reinas que la circunden y la igualen en la gloria y grandeza
que posee. Ella se encuentra en las
condiciones de una reina, que si bien circundada de doncellas, de pajes, de
fieles amigos que le hacen honor y le hacen compañía, pero ninguna reina
semejante a Ella le hace el gran honor de circundarla y de hacerle compañía;
¿qué sería más honor para una reina de la tierra, estar circundada de otras
reinas semejantes a Ella, o bien por personas inferiores de condición, de
gloria, de grandeza y de belleza? Hay
tal distancia de honor y de gloria entre quien está circundada por reinas y
entre quien sólo está circundada por otros, que no rige ninguna
comparación. Ahora, la Mamá Celestial
quiere, desea, espera el reino de la Voluntad Divina sobre la tierra, en el
cual estarán las almas que viviendo en él formarán la vida en el primer acto de
Dios, las cuales adquirirán la realeza y el derecho de reinas, todos verán
impreso en ellas un carácter imborrable, que son hijas del Rey Divino, y como
hijas les toca el título y el derecho de reinas. Estas almas tendrán su morada en el palacio
real divino, por eso adquirirán nobleza de modos, de obras, de pasos, de
palabras, poseerán tal ciencia que ninguna las podrá igualar, serán investidas
de tal luz, que la luz misma anunciará a todos que es reina que ha vivido en el
palacio real de mi Voluntad. Entonces la
Reina Soberana no estará más sola en su regio trono, tendrá las otras reinas
que la circundarán, su belleza se reflejará en ellas, su gloria y grandeza
encontrarán en quien podrán verterse, ¡oh! cómo se sentirá honrada,
glorificada, por eso suspira por quien quiera vivir en el Fiat Divino, para
formarse las reinas en el acto primero de Él, para poder tener en la Patria
Celestial el séquito de las otras reinas que la circundarán y le darán los
honores a Ella debidos”.
(3) Después de esto estaba pensando para qué servirán
estos escritos sobre la Divina Voluntad, y mi sumo y único bien Jesús,
moviéndose en mi interior me ha dicho:
(4) “Hija mía, todas mis obras se dan la mano, y esta es la señal de que
son obras mías, que una no se opone a la otra, más bien están tan ligadas entre
ellas que se sostienen mutuamente, tan es verdad, que debiendo formar a mi
pueblo elegido del cual, y en el cual debía nacer el futuro Mesías, formé de
aquél mismo pueblo el sacerdocio, el cual instruía al pueblo y lo preparaba al
gran bien de la Redención, les di leyes, manifestaciones e inspiraciones, sobre
las cuales venían formadas las sagradas escrituras llamadas Biblia, y todos
estaban atentos al estudio de ella.
Después, con mi venida a la tierra Yo no destruí las sagradas escrituras,
más bien las apoyé, y mi Evangelio anunciado nada se oponía a ellas, más bien
se sostenían en modo admirable mutuamente, y con el formar la nueva Iglesia
naciente formé el nuevo sacerdocio, los cuales no se apartan ni de las sagradas
escrituras, ni del Evangelio, todos están atentos sobre de ellos para instruir
a los pueblos, y alguno que no quisiera tomar de esta fuente saludable, se
puede decir que no me pertenece, porque ellas son la base de mi Iglesia y la
misma vida con la cual vienen formados los pueblos. Ahora, lo que Yo manifiesto acerca de mi
Voluntad Divina y que tú escribes, se puede llamar el Evangelio del reino de la
Voluntad Divina, nada se opone ni a las sagradas escrituras ni al Evangelio que
Yo anuncié estando en la tierra, más bien se puede llamar el sostén del uno y
del otro, y por eso permito y llamo a los sacerdotes a que vengan, que lean el
evangelio todo de Cielo del reino de mi Fiat Divino, para decir como dije a los
apóstoles: ‘Predíquenlo por todo el
mundo’. Porque Yo me sirvo para mis
obras del sacerdocio, y así como tuve el sacerdocio antes de mi venida para
preparar al pueblo, el sacerdocio de mi Iglesia para confirmar mi venida y todo
lo que Yo hice y dije, así tendré el sacerdocio del reino de mi Voluntad. He aquí a qué servirán las tantas cosas que
te he manifestado: Las tantas verdades
sorprendentes, las promesas de los tantos bienes que debo dar a los hijos del
Fiat Voluntas Tua, serán el Evangelio, la base, la fuente inagotable de la cual
todos tomarán la Vida Celestial, la felicidad terrenal y la restauración de su
creación. ¡Oh! cómo se sentirán felices
quienes con ansia beban a grandes sorbos en estas fuentes de mis conocimientos,
porque ellas contienen la virtud de llevar la Vida del Cielo y de desterrar
cualquier infelicidad”.
(5) Entonces al oír esto, pensaba entre mí en
la gran cuestión de los escritos sobre la Divina Voluntad que se encontraban en
Messina, llevados allá por el memorable padre Di Francia, y como yo y mis
superiores los queremos absolutamente acá, y los superiores de Messina,
instruidos rigurosamente por el venerable padre antes de morir, se los quieren
tener allá para la publicación cuando a Dios le parezca bien, por eso no se
hace otra cosa que enviar cartas de fuego de un lado y del otro, aquellos para
retenerlos y nosotros para recuperarlos, y yo me sentía toda pensativa,
fastidiada, cansada y decía entre mí:
“¿Cómo el buen Jesús ha podido permitir todo esto, quién sabe y a lo
mejor también Él se disgusta?” Y Él
moviéndose en mi interior me ha dicho:
(6)
“Hija mía, tú estás preocupada, pero Yo no estoy ni siquiera disgustado, más
bien gozo al ver el interés que toman los sacerdotes por estos escritos que
formarán el reino de mi Voluntad, esto significa que aprecian el gran bien de
ellos, y cada uno quisiera tener consigo un tesoro tan grande para ser los
primeros en comunicarlo a los demás, y mientras dura la cuestión de quién debe
vencer, uno se acerca al otro para aconsejarse sobre lo que se debe hacer, y Yo
gozo con que otros ministros míos conozcan que existe este tesoro tan grande,
de hacer conocer el reino de mi Querer Divino, y Yo me sirvo de esto para
formar a los primeros sacerdotes de mi futuro reino de mi Fiat. Hija mía, es una gran necesidad el formar los
primeros sacerdotes, ellos me servirán como me sirvieron los apóstoles para
formar mi Iglesia, y quien se ocupe de estos escritos para publicarlos,
poniéndolos fuera para imprimirlos para hacerlos conocer, serán los nuevos
evangelistas del reino de mi Suprema Voluntad.
Y así como en mi Evangelio se menciona el nombre de los cuatro
evangelistas que los escribieron, con sumo honor de ellos y gloria mía, así
será de aquellos que se ocuparán en escribir los conocimientos sobre mi
Voluntad para publicarlos, como nuevos evangelistas, de ellos se hará más
mención en el reino de mi Voluntad, con sumo honor de ellos y de mi gran gloria
de verme regresar en mi regazo el orden de la criatura, la Vida del Cielo sobre
la tierra, única finalidad de la Creación.
Por eso en estas circunstancias Yo ensancho el giro, y como pescador Yo
pesco a aquellos que me deben servir para un reino tan santo. Por eso déjame hacer y no te preocupes”.
10
de Octubre de 1928, (25-2), Vol. 25
Cuarenta años y más de exilio, virtud y
fuerza de un sacrificio prolongado.
Recopilación
de materiales para ordenarlos.
Felicidad
de Jesús al bendecir a su pequeña hija prisionera, besos en el Querer Divino.
Decisión de los sacerdotes de preparar los
escritos para la publicación.
Gracias
sorprendentes que Jesús dará a los sacerdotes.
(1) Mi vida se desenvuelve ante mi
Sacramentado Jesús, y ¡oh! cuántos pensamientos se acumulan en mi mente. Pensaba entre mí: “Después de cuarenta años y
meses que no había visto el tabernáculo, que no me era dado el estarme ante su
adorable presencia Sacramental, cuarenta años no sólo de prisión sino de
exilio, y después de tan largo exilio finalmente he regresado, si bien
prisionera, pero no más exiliada, como en patria, cerca de mi Sacramentado
Jesús, y no una vez al día como lo hacía antes que Jesús me hiciera prisionera,
sino siempre, siempre. Mi pobre corazón,
si bien lo tengo en el pecho, se siente consumir ante tanto amor de
Jesús.” Pero mientras esto y otras cosas
pensaba, mi Sumo Bien Jesús, moviéndose en mi interior me ha dicho:
(2) “Hija mía, ¿crees tú que sea intrascendente el haberte tenido
prisionera por cuarenta años y más, sin un gran designio mío? ¡No, no!
El número cuarenta ha sido siempre significativo y preparativo para
obras grandes. Cuarenta años los hebreos
caminaron el desierto sin poder alcanzar la tierra prometida, su patria, pero
después de cuarenta años de sacrificios tuvieron el bien de tomar posesión de
ella, pero cuántos milagros, cuántas gracias, hasta llegar a alimentarlos con
el maná celestial en tal tiempo; un sacrificio prolongado tiene virtud y fuerza
de obtener cosas grandes de Dios. Yo
mismo en mi vida acá abajo quise estar cuarenta días en el desierto, apartado
de todos, hasta de mi Mamá, para salir en público a anunciar el Evangelio que
debía formar la vida de mi Iglesia, esto es, el reino de la Redención; cuarenta
días quise permanecer resucitado para confirmar mi Resurrección y poner el
sello a todos los bienes de la Redención.
Así he querido para ti hija mía, para manifestar el reino de mi Divina
Voluntad he querido cuarenta años de sacrificios, pero cuántas gracias no te he
hecho, cuántas manifestaciones, puedo decir que en esta prolijidad de tiempo he
puesto en ti todo el capital del reino de mi Querer y todo lo que es necesario
para hacerlo comprender a las criaturas.
Así que tu larga prisión ha sido el arma continua, siempre en acto de
combatir con tu mismo Creador, para hacer que te manifestara mi reino.
(3) Ahora, tú debes saber que todo lo que he manifestado a tu alma, las
gracias que te he hecho, las tantas verdades que has escrito acerca de mi
Divina Voluntad, tus penas y todo lo que has hecho, no ha sido otra cosa que
una recopilación de materiales para edificar, y ahora es necesario ordenarlos y
poner todo en orden. Y así como no te he
dejado sola en recopilar las cosas necesarias que deben servir a mi reino, sino
que he estado siempre contigo, así no te dejaré sola para ponerlas en orden y
hacer ver el gran edificio que por tantos años he estado preparando junto
contigo, por eso nuestro sacrificio y trabajo no ha terminado, debemos seguir
adelante hasta que esté terminada la obra”.
(4) Luego, estando cerca de mi Sacramentado
Jesús, cada mañana se da la bendición con el Santísimo, y mientras rezaba, mi
dulce Jesús que me bendice, moviéndose en mi interior me ha dicho:
(5) “Hija mía, de todo corazón te bendigo, más bien bendigo a mi misma
Voluntad en ti, bendigo tus pensamientos, respiros y latidos, a fin de que
pienses siempre en mi Querer, lo respires continuamente y sea tu latido mi sola
Voluntad, y por amor tuyo bendigo a todas las voluntades humanas, a fin de que
se dispongan a recibir la Vida de mi Eterno Querer. Hija mía amadísima, si tú supieras cómo es
dulce, cómo me siento feliz de bendecir a la pequeña hija de mi Querer; mi
corazón exulta al bendecir a aquélla que posee el origen, la Vida de nuestro
Fiat, que llevará el inicio, el principio del reino de mi Divina Voluntad. Y mientras te bendigo, vierto en ti el rocío
benéfico de la luz de mi Querer Divino, que adornándote toda, te hará aparecer
más bella a mis miradas sacramentales, y Yo me sentiré más feliz en esta
custodia al mirar a la pequeña hija mía prisionera, investida y atada por las
dulces cadenas de mi Voluntad. Y cada
vez que te bendiga, haré crecer la Vida de mi Querer Divino en ti. Cómo es bella la compañía de quien hace mi
Divina Voluntad, Ella pone el eco en el fondo del alma, de todo lo que hago en
esta hostia santa, y Yo no me siento solo en mis actos, siento que reza junto
Conmigo, y uniéndose juntas nuestras súplicas, nuestros suspiros, pedimos una
sola cosa: Que la Divina Voluntad sea conocida y que pronto venga su reino”.
(6) Después, desarrollándose mi vida cerca de
mi prisionero Jesús, cada vez que se abre la puerta de la capilla, lo que
sucede frecuentemente, le mando tres besos o bien cinco a mi Sacramentado
Jesús, o bien una pequeña visita, y Él moviéndose en mi interior me dice:
(7) “Hija mía, cómo me son agradables tus besos, siento besarme por ti
con los besos de mi mismo Querer, siento dármelos sobre mis labios, sobre mi
rostro, en mis manos y corazón, mis mismos besos divinos, todo es divino en el
alma donde reina mi Divina Voluntad, y Yo siento en tus actos mi amor que me
refrigera, la frescura, la suavidad de mi misma Voluntad Divina que me abraza,
me besa y me ama. ¡Oh, cómo me es
agradable mi Divina Voluntad obrante en la criatura, siento que bilocándome en
ella me da y pone ante Mí toda la belleza y santidad de mis actos, por eso
tanto suspiro el que mi Voluntad sea conocida, para poder encontrar en las
criaturas todos mis actos divinos y dignos de Mí”.
(8) Ahora paso a decir que mi dulce Jesús
parece que me esperaba aquí, en esta casa, cerca de su tabernáculo de amor,
para dar principio a que los sacerdotes se decidieran a preparar los escritos
para la publicación, y mientras se aconsejaban entre ellos el modo cómo
hacerlo, leían los nueve excesos que tuvo Jesús en la encarnación, que están
narrados en el primer volumen de mis escritos.
Ahora, mientras leían, Jesús en mi interior era todo atención para
escuchar, y me parecía que lo mismo hacía Jesús en el tabernáculo. En cada palabra que oía, su corazón latía más
fuerte, y en cada exceso de su amor tenía un sobresalto más fuerte aún, como si
la fuerza de su amor le hiciese repetir todos aquellos excesos que tuvo en la
encarnación, y como si no pudiese contener sus llamas me ha dicho:
(9) “Hija mía, todo lo que te he dicho, tanto sobre mi Encarnación como
sobre mi Divina Voluntad y otras cosas, no han sido otra cosa que desahogos de
mi amor contenido, pero después de haber desahogado contigo, mi amor continuó
quedando reprimido, porque quería levantar más altas sus llamas para investir
todos los corazones y hacer conocer lo que he hecho y quiero hacer por las
criaturas. Y como todo lo que te he
dicho yace en el anonimato, Yo siento una opresión sobre mi corazón que me
comprime e impide que mis llamas se eleven y hagan su camino. Por eso en cuanto oía leer y tomar la
decisión de ocuparse para publicarlos, me sentía quitar la pesadumbre y quitar
el peso que comprimen las llamas de mi corazón, por eso latía más fuerte y
exultaba y te hacía sentir la repetición de todos aquellos excesos de amor,
mucho más que lo que Yo hago una vez lo repito siempre. Mi amor reprimido es una pena para Mí de las
más grandes, que me vuelve taciturno y triste, porque no teniendo vida mis
primeras llamas, no puedo sacar fuera las otras que me devoran y me consumen; y
por eso a aquellos sacerdotes que se quieren ocupar en quitarme esta pesadumbre
con el hacer conocer mis tantos secretos con publicarlos, Yo les daré tanta gracia sorprendente, fuerza para hacerlo
y luz para conocer, ellos por primeros, lo que harán conocer a los demás. Yo estaré en medio a ellos y guiaré todo”.
(10) Ahora me parece que cada vez que los
reverendos sacerdotes se ocupan en revisar los escritos para prepararlos, mi
dulce Jesús se pone atento para ver lo que hacen y cómo lo hacen. Yo no hago otra cosa que admirar la bondad,
el amor de mi amado Jesús, que mientras se pone atento en mi corazón, hace eco
en el tabernáculo y desde allí adentro, en aquella custodia, hace lo que hace
en mi corazón. Yo quedo confundida al
ver esto y le agradezco con todo el corazón”.