“DILES
QUE ESTOY PRONTO A OLVIDAR SU PASADO, A LAVARLOS CON MI SANGRE, QUE ME TIENEN
CON LOS BRAZOS ABIERTOS PARA PERDONARLOS Y PARA AYUDARLES A REALIZAR EL IDEAL
DE MI PADRE TRANSFORMANDOSE EN MI”
Mensaje
de Jesús Nuestro Señor a la Beata Concepción Cabrera de Armida.
C.C.A, tomo 7, libro 51, 106 - 108, 3211. a. “DILES QUE ESTOY PRONTO A
OLVIDAR SU PASADO, A LAVARLOS CON MI SANGRE, QUE ME TIENEN CON LOS BRAZOS
ABIERTOS PARA PERDONARLOS Y PARA AYUDARLES A REALIZAR EL IDEAL DE MI PADRE
TRANSFORMANDOSE EN MI”
“Diles una vez más que estoy pronto a olvidar su pasado, a lavarlos con mi
Sangre que todo lo blanquea y lo purifica y lo sublima; que me tienen, repito,
con los brazos abiertos para perdonarlos y para ayudarles a realizar el ideal
de mi Padre transformándose en Mí y consumando esa transformación deseada, para
gloria de la Trinidad.
¿Por
qué temer a un Dios crucificado (aun por ellos, mis Sacerdotes mismos), si en
la misma Cruz pedí perdón para mis verdugos? Si mi Sangre todo lo borra, todo
lo redime, todo lo salda porque brotó del amor. Que no teman que Yo soy en
ellos el que clama, el que gime en el hondo de su corazón, el que lucha en sus
luchas y el que triunfará si ellos dejan de triunfar, rendidos por las
infinitas ternuras que en estas confidencias los invitan, los empujan, los
conquistan, los apremian, porque van directas como saetas a conmover las
ocultas fibras de sus corazones.
Vienen estas confidencias, repito, a resucitar, a despertar, a activar, a
comprometer, a luchar, a triunfar del espíritu del mal apoderado de muchos
corazones sacerdotales. Y es que el Espíritu Santo-Amor esgrime en estas
confidencias la espada de dos filos del amor; y no existe hombre en la tierra
ni menos puede existir Sacerdotes, por indigno que sea, que no le conmueva en
alguna íntima fibra del alma el recuerdo pasado del amor divino despreciado, el
palpitante amor presente que está pronto a perdonarlo y a acariciarlo.
¿Oh
hija! Quiero que todos los Sacerdotes vengan a Mí, se identifiquen Conmigo, se
unan a Mí Corazón y a mi potente brazo y que recordando su transformación en
Mí, no tan solo la perpetúen sino que la consuman, hija, que llenen todos por
fin, este grito secular de mi amante pecho, la consumación de todos en UNO, de
ese Uno en mi Padre y en el Espíritu Santo en la unidad perfecta de la
Trinidad”.