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miércoles, 16 de junio de 2021

SACERDOTES TRANSFORMADOS EN JESUS (CCA)

 


SACERDOTES TRANSFORMADOS EN JESUS

Beata Conchita Cabrera de Armida

 

Al transformarse los Sacerdotes en Mí, en la Misa, pasan a ser más íntimamente, más completamente en esos momentos, más de María Inmaculada, al ser Yo mismo en ellos.

   Y este pensamiento ni se ahonda, ni se le ocurre, ni lo agradecen. Y María, entonces, tiene para ellos, toda la ternura que tuvo y que tiene para conmigo, porque ve en cada Sacerdote otro Yo, y los mira complacida, y los envuelve en su calor, y los estrecha en su seno, y los acaricia  y los ama. Porque me ve en ellos a Mí. 

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“Y si todos los cristianos desde el bautismo, son su templo, los Sacerdotes muy especialmente, no sólo son su templo, sino su posesión. Porque el Padre se los dedicó enteramente al Espíritu Santo, regalándoselos. Porque el Hijo, Yo, los conquisté por mis méritos infinitos. Y por el mismo Espíritu Santo, que al encarnar al Verbo en María, se gozó también en divinizar la vocación Sacerdotal con el contacto del Verbo, el Sacerdote Eterno, poniendo en esa vocación (eterna al Padre), una fibra de su fecundación, en el seno de María, y con el contacto también de pureza, que había de distinguirlos tomado de su Inmaculada Esposa, imagen de la Iglesia.

       Por derecho, pues, le pertenecen los Sacerdotes de una manera muy especial, al Espíritu Santo, que de muy atrás le deben favores inauditos, y gracias estupendas, que muy poco le agradecen.

       ¿Quién cuido, si no, su vocación, hasta conducirlos al altar?

       ¿Quién infundió en ellos ese apartamiento del mundo y amor a la pureza?

       ¿Quién les dio fortaleza y valor, para dejar lazos naturales, y entregarse para siempre a Dios en cuerpo y alma?

       ¿Quién les regalo la fortaleza para las abnegaciones futuras, para los sacrificios constantes, para las soledades del alma y del corazón?

       ¿Quién les abrió los caminos y les inspiro los heroicos renunciamientos humanos que necesita un Sacerdote al llegar al altar?

       ¿Quién los ha sostenido antes y después en sus internas luchas que sólo Yo veo, y quién los ha elevado a la altura de su vocación y dado la victoria?

       El Sacerdote ignora toda la acción salvadora, fortalecedora y santificadora que le debe al Espíritu Santo, y las luchas que ha tenido y tiene con Satanás cuidando sus cuerpos, y sus almas, prontas estar a ser desgarradas por el espíritu del mal. Y sólo cuando la voluntad humana se ha rebelado contra El, ha tenido que dejar el campo con gemidos inenarrables al enemigo, pero pronto a volver a tomar posesión de lo Suyo, en el momento de ser humildemente invocado por el arrepentimiento.

       El Espíritu Santo es tan fiel, que jamás abandona a quien se le ha confiado. Es mi Espíritu, hija, soy Yo mismo en El y en el Padre, en cuanto a una sola Divinidad, todos ternura y caridad. Somos quienes  nos contristamos con las rebeldías e ingratitudes de los Sacerdotes que tanto amamos y que tanto deben a la Trinidad Santísima.

       Pero también nos alegramos de sus triunfos, y nos gozamos en remunerarlos con más y más carismas de amor, y de gracias y de virtudes y de dones, para premiar sus victorias.

       Nunca está sólo el Sacerdote, sino que la Trinidad misma lo acompaña a todas partes de una manera muy especial; lo protege a todas horas, y lo ama siempre.

       Esta Trinidad inmensa, inefable y eterna está siempre velando sobre él, y a la disposición de él, diré, para ser utilizada en su favor, y en el de los fieles, en el cumplimiento amoroso de su ministerio.

       ¡Todo un Dios infinito a la disposición del Sacerdote en sus ministerios, y en sus Sacramentos! ¿Qué te parece?

       Pues para perfeccionar esa vida de intimidad con la Trinidad, vengo a pedirle su transformación en Mí, que es de justicia, y a darle un don más para él, una perla más para su corona.

       Para esto he tocado el corazón del Sacerdote en todas sus fibras principales, en estas amorosas Confidencia, ampliando sus camino de santidad en la tierra, y abriendo ante sus ojos, un horizonte de perfección, la cual está en su deber, alcanzar para llenar mis designios sobre él en la tierra.”

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Por esto, a la hora sublime del más sublime acto de todos los ministerios de la Iglesia, el del sacrificio de la Misa, el Sacerdote en Mí, y Yo en él, soy el que honro entonces de una manera divina al Padre en unión del Espíritu Santo. Yo en el Sacerdote el que inmolo, el que me ofrezco, el que me sacrificó en favor del mundo.

 

Pero como te lo he dicho, no quiero sólo en los momentos de la Misa el Sacerdote sea Yo sino siempre, siempre transformado en Mí, sea otro Jesús en el que las miradas de mi Padre tengan sus complacencias; en que las bendiciones de mi Padre tengan acogida; en donde el corazón, o el amor de mi Padre descanse.        

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Un Sacerdote impregnado de Amor Divino, es un Sacerdote Perfecto.

 

 

Un Sacerdote impregnado de Amor Divino, es un Sacerdote Perfecto

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Pero hija, vamos a mi conclusión de siempre. ¿Cómo se facilita para El Sacerdote esa  misión de pureza y amor, en los que se funde su vocación? ¿Cómo se desarrollan esos santos elementos, sustancia de su alma y de su vocación? ¿Cómo llega a la cima, a la meta de los designios de Dios en él?

 

Por medio de su transformación en Mí, fortificando la debilidad de su ser de hombre con mi Ser Divino; su substancia débil y frágil por cuanto lo contiene el hombre, de pureza y de amor con la substancia Mía, de amor y pureza que lo fortifique y tenga su perfecto desarrollo.

 

Es indispensable para que un Sacerdote cumpla con su Vocación Sacerdotal la Transformación en Mí, en la que todo se le facilitará, creciendo el fuego divino en su alma y la pureza que le comunicó  María en todo su esplendor.

 

Señor: ¿Y qué a Ti te dio María de su pureza?

Yo se la dí primero a Ella, pero Ella me dio cuanto tenía y era Ella sí fue toda y siempre, amor y pureza. Y cuando mis Sacerdotes sean todo amor y pureza ¿no te figuras como cambiará el mundo y se matará en él la sensualidad en que está envuelto, de la que se han impregnado las almas?

 

Urge, hija, que surjan ya en mi Iglesia más multiplicados, más depurados, mis Sacerdotes transformados en el que es Amor y Pureza en sus dos naturalezas, es indispensable este nuevo impulso en mi Iglesia para enfrentar el espíritu con la materia, lo sobrenatural con ese mundo de almas  materializadas que han ahogado lo divino que en ellas llevan.

 

Es preciso que surja joven y vigorosa, como lo es siempre mi Iglesia, con es legión de Sacerdotes Yo, unificado en sus pastores y en esa unidad de la Trinidad que he pedido a mi Padre y que, en un arranque, diré, de su amor infinito hacia el Hijo, hacia Mí, Dios-Hombre, me ha concedido el que sean unos Conmigo y con Él, por medio de su Transformación en Mí, Yo en ellos, el Padre y el Espíritu Santo en Mí, formando todos una sola unidad.

 

Claro está que Yo siempre he deseado esto y que ha sido un deber en los Sacerdotes el procurarlo, pero el nuevo favor consiste en las nuevas gracias alcanzadas por las nuevas plegarias de un Dios-Hombre, de tu Jesús, que estoy pronto y además ansiosos en derramar en los corazones Sacerdotales que me escuchen y se presten libre y espontáneamente, con amor a recibirlas.

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Los Sacerdotes transformados en Mí, hija mía, tienen poderes santos y carismas y gracias de valor infinito para el cielo comunicados. Poseen las miradas del Padre, las complacencias del Padre, porque con mi Potencia Divina ellos desaparecen en Mí y entonces el Padre no ve a tal o cual Sacerdote, sino a Mí, su Hijo amadísimo, en él.

Mi Divinidad los absorbe, los endiosa y aunque ¡claro esta! Queda la creatura humana, queda ésta sublimada, divinizada, transformada en Mí.

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Marzo 12

Hablo Jesús. Verbo-Amor al Padre.

 

        Y mira. Yo quiero a mis Sacerdotes la “perfecta transformación en Mí”, para que su vida entera sea un acto de amor continuado a mi Padre Celestial, porque ésa fue mi vida en la tierra y la que ellos deben continuar. Todos sus pensamientos, sus palabras, sus obras, sus anhelos, sus ilusiones, sus trabajos exteriores, su vida interior, etc., etc., deben tener en ellos un solo fin: “¡el de Glorificar a mi Padre!”

 

        Nada deben hacer, como Yo en la tierra, sin levantar antes su alma hacia mi amado Padre, ofreciéndome y ofreciéndose en cada acción, sobre todo del Sagrado ministerio.

       Yo le debo la vida a mi Padre,  porque me engendró como su Verbo, en un arranque o arrebato divino, hondísimo e intensísimo de amor, me engendra en el amor y broté en su seno santísimo y fecundísimo de amor.

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       Tengo hambre y sed de Sacerdotes perfectos según mi Corazón, de Sacerdotes mártires de su deber, de Sacerdotes hechos Yo, para ofrecérselos a mi Padre en su transformación en Mí.

   Mira hija, esto que vengo pidiendo  Es una apremiante necesidad de Mi Corazón para bien de la Iglesia y de las almas.

       Son indispensablemente necesarios en este tiempo de sensualismo, de falta de fe, y de malicia diabólica, el contrapeso de Sacerdotes puros, de Sacerdotes perfectos y santos. ¿Si vieran ellos lo que se oprime mi Corazón al ver en muchos de mis Sacerdotes la apatía por mis intereses, lo natural de su vida, el mundo en sus corazones y arrinconada la vida del espíritu que debía reinar con imperio en sus almas?

      Cuantas acciones de mis Sacerdotes son vanas, porque no las anima la vida interior. Cuantos de sus trabajos son nulos, porque no llevan el sello divino, y no son encaminados para el cielo.

     La vida  del Sacerdote debe estar impregnada del Espíritu Santo su alma debe estar saturada de lo divino y todo él perdido desde la tierra en la Unidad de la Trinidad como tantas veces he dicho.        

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265 - 270

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El Espíritu Santo me inspiro la muerte de Cruz que fue obra de infinito amor hacia mi Padre y hacia las almas, pero con el noble fin de asociar  muy especialmente a Mí Cruz, a una vida de sacrificio a todos mis Sacerdotes futuros, que siendo otros Yo, unos en Mí, perpetuaran en sacrificio en sí mismos y en los altares; y todo para honrar a mi Padre, ofreciéndome y ofreciéndose transformados en Mí como una sola Victima santa y pura que lo glorificara.  COMPLETO     

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ESTE ES MI CUERPO Y ESTA ES MI SANGRE

 

 

 

 

Yo al decir en la última cena  “Este es mi Cuerpo, esta es Mi Sangre”, tenía en mi mente la extensión de este Cuerpo y de esta Sangre en mis Sacerdotes transformados en Mí, hechos también, en este sentido, eucaristías vivientes, y con el mismo fin; el de vivir inmolados en favor de todo el mundo.  Verlos otros Jesús ha sido la mente del Padre, la ilusión realizada de un Dios –Hombre. Quiero en ellos un Jesús perfecto. Y ¿cómo?, por mi imitación, y por la transformación exterior e interior por las virtudes y el amor de ellos en Mí. 

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