SANTIDAD DE LOS SACERDOTES
Conchita Cabrera de
Armida
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Necesito
sacerdotes santos, que en manos del Espíritu Santo, serán la gran palanca que
levante al mundo materializado y sensual. |
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El Espíritu Santo, es
quien sopla y mueve y conmueve los corazones, y los levanta de la tierra y
los lleva a los horizontes celestiales, comunicándoles la sed por la gloria
de Dios. Él es quien les dará su luz, y su fuego para incendiar la tierra entera. Así quiero Sacerdotes, hija, poseídos del Espíritu Santo, y olvidados de sí
mismos, todos para Dios, todos para las almas. Pide esta reacción, este nuevo
Pentecostés, que mi Iglesia necesita Sacerdotes
santos por el Espíritu Santo. El mundo se hunde
porque faltan Sacerdotes de fe que lo saquen del abismo en que se encuentra,
Sacerdotes de luz para iluminar os caminos del bien, Sacerdotes puros para
sacar del fango a tantos corazones: Sacerdotes de fuego que llenen de amor
divino al universo entero. Pide,
pide, clama al cielo, ofrece al Verbo, para que todas las cosas se restauren
en Mí por el Espíritu Santo, y como medio, María. Los
Obispos tienen que activarse en su celo por las vocaciones sacerdotales, y
hacer germinar vocaciones santas para el alter. Los Sacerdotes tienen que
reaccionar de muchos modos de su
tibieza, comodidad y celo, pero sobre todo en su amor a Mí y a las almas; en
su aprecio a la vocación muy principalmente y en su unión sincera, amorosa,
obediente y franca con sus Obispos y representantes. El mundo hija,
necesita este sacudimiento en la íntimo en la Iglesia para hacerla más
floreciente en las almas y en las sociedades. Que reine el Espíritu Santo por la Cruz y por
María y será salvo. Haz saber estos mis deseos, hija, los
Obispos, a los Misioneros, y que las Obras de la Cruz clamen al cielo por
esta nueva era de fervor que vendrá; sí, vendrá a remediar muchos males y a
darme Sacerdotes Santos. |
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Si el mundo se hunde,
y si la tibieza avasalla los corazones, es por falta de Sacerdotes Santos,
porque faltan, Sacerdotes celosos enamorados de mi Cruz. Claro
que también hay en mi Iglesia mucho bueno que hace
contrapeso a lo malo, pero ya estoy cansado de medianías, y el mundo se
hunde, no porque falten obreros en mi Viña, sino porque faltan santos
obreros, que sólo vivan por mis puros interés. Aun
en la comunidades hay mucho que deja que desear y quiero, hija, una reacción
vibrante, que se deje sentir en favor de mi Iglesia tan amada. Y
esta reacción vendrá, si vendrá por el
Espíritu Santo y por María; por
el Verbo Yo, en las Obras de la Cruz, sobre todo, para honrar a mi Padre y reparar las ofensas
que le hacen en las Misas, sobre todos los Sacerdotes indignos. La
ola de la impiedad y del sensualismo ahoga el mundo y ¿lo diré? Ha penetrado
en el santuario, lastimando en lo más íntimo las fibras de mi Corazón.
Satanás gana terreno, cree ya triunfar, y no es justo que mis Sacerdotes
duerman y se ocupen de todo lo que no soy Yo. Por esto, de raíz tiene que
venir el remedio en los Sacerdotes presentes, y en la nueva generación que dé
a la Iglesia Sacerdotes dignos, apóstoles de fuego que ardan en amor, y
que por el Espíritu Santo, y con el Espíritu
Santo y
con María prendan fuego al
mundo paganizado por Satanás. |
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Tengo hambre y sed de
Sacerdotes perfectos según mi Corazón, de Sacerdotes mártires de su deber, de
Sacerdotes hechos Yo, para ofrecérselos
a mi Padre en su transformación en Mí. Mira hija, esto que vengo
pidiendo Es una apremiante necesidad
de Mi Corazón para bien de la Iglesia y de las almas. Son indispensablemente
necesarios en este tiempo de sensualismo, de falta de fe, y de malicia
diabólica, el contrapeso de Sacerdotes puros, de Sacerdotes perfectos y
santos. ¿Si vieran ellos lo que se oprime mi Corazón al ver en muchos de mis
Sacerdotes la apatía por mis intereses, lo natural de su vida, el mundo en
sus corazones y arrinconada la vida del espíritu que debía reinar con imperio
en sus almas? Cuantas acciones de mis
Sacerdotes son vanas, porque no las anima la vida interior. Cuantos de sus
trabajos son nulos, porque no llevan el sello divino, y no son encaminados
para el cielo. La vida del Sacerdote debe estar impregnada del
Espíritu Santo su alma debe estar saturada de lo divino y todo él perdido
desde la tierra en la Unidad de la Trinidad como tantas veces he dicho. |
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Que sean otros Yo en la tierra, que
me amen en espíritu y en verdad, es decir, con el corazón y con las obras,
dándome almas transformadas en Mí, haciendo amar a la Trinidad bendita, agradecer sus beneficios, y calmar
la sed de más amor humano, que me devora. Quiero amor para ofrendarlo a mi Padre eterno de su Verbo hecho carne,
amor humano pero divinizado por Mí para la gloria de la Trinidad”. |
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